25 noviembre, 2006

Francia, en jirones (I)



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La portada del diario francés Le Monde de ayer, que no tuve tiempo de comentar (es vespertino), destacaba dos noticias aparentemente ajenas entre sí pero mucho más relacionadas de lo que podría parecer a primera vista, a juzgar por sus enunciados. El gran titular, a cuatro columnas, daba cuenta de que, según una encuesta, el 17% de los franceses se inclina por votar a Le Pen en las presidenciales que se celebrarán dentro de seis meses. A su lado, a una columna, se informaba de la muerte a tiros de un seguidor del equipo París-Saint-Germain (PSG) por un policía con ocasión de incidentes que se produjeron tras el partido en el que el equipo local fue derrotado por el Hapoel de Tel Aviv por cuatro tantos a dos.

Miles de judíos, franceses o no, que habían acudido a apoyar al equipo israelí, fueron objeto de la ira de los ‘Boulogne Boys’, grupo ultra de ‘hinchas’ cuyas obvias simpatías por el Frente Nacional de Le Pen se manifestaron con gritos de “Le Pen presidente” o “Francia para los franceses”. Al término del partido, decenas de ultras atacaron a un grupo de judíos en el exterior del estadio, lo que motivó la intervención de un policía de paisano.

Nadie puede saber si los hechos se habrían desarrollado de modo menos trágico en el caso de que el policía no hubiera sido de raza negra (francés de la Martinica). El caso es que, pese a identificarse, fue atacado al grito de “sucio negro” y otras lindezas racistas. Utilizó un spray e intentó huir protegiendo al más joven de los judíos acosados, pero fue derribado y pateado en el suelo, lo que le forzó a hacer uso de su arma reglamentaria, matando a uno de los atacantes e hiriendo a otro.

La gravedad de este incidente sobrepasa con mucho el contexto del simple e inquietante ‘hooliganismo’, que ningún país parece capaz de controlar, para inscribirse inequívocamente en el marco de lo político. Política fue en su momento la crítica de Le Pen a la selección francesa de futbol por estar integrada en gran parte por negros y no cantar La Marsellesa (lo cual no es cierto, salvo alguna excepción). La misma crítica fue reiterada recientemente por un político regional socialista.

El deporte no es ajeno a la política, lamentablemente. Por el contrario, con frecuencia el cálido refugio de la masa vociferante en los estadios abriga las expresiones más impresentables del llamado ‘arte de lo posible’. Y la violencia acaba siendo la expresión última y terrible de un odio cuyo origen e hipotético fundamento político está lejos de los estadios.

Jean-Marie Le Pen combate enérgicamente la definición de ultraderechista, fascista o nazi que se le asigna dentro del espectro político galo. Y no lo hace porque padezca ningún tipo de complejo o escrúpulo, sino por razones de oportunismo. Para darse una idea aproximada de su cinismo baste considerar que describe a su partido como “socialmente de izquierda, políticamente a la derecha y nacionalmente de Francia".

Por cómica o estúpida que resulte esa dicotomía paradójica e inconciliable entre lo social (de izquierda) y lo político (de derecha) tal definición es precisamente lo que emparenta a Le Pen y a su partido con el fascismo, con la diferencia de que ni Hitler ni Mussolini admitieron nunca, de modo expreso, ser de derecha. Ambos unieron un nacionalismo delirante con la demagogia social más desvergonzada para atraer los votos de la mayoría social, los trabajadores, y acabar, una vez tomado el poder, con la “decadente democracia liberal”.

Los reclamos xenófobos, patrioteros, demagógicos y populistas del Frente Nacional siguen hoy contando con el apoyo del 17 por ciento de los franceses de las más diversas extracciones sociales. Los mismos que le apoyaron en la primera vuelta de las presidenciales de 2002 y que desplazaron al candidato socialista, enfrentando en la segunda vuelta a Le Pen con Chirac, en un episodio que causó la vergüenza de la mayoría de los franceses, forzando a buena parte de la izquierda a apoyar con su voto a Chirac.

Los analistas evocan hoy con preocupación que antes de la primera vuelta de 2002 los sondeos sólo registraban un apoyo del 9 por ciento a la ultraderecha. Si ahora, como entonces, también existe una intención de voto oculta equivalente a aquella, Francia podría encontrarse con un casi octogenario Le Pen como presidente de la república.

Eso sería mucho más y mucho peor que una vergüenza.

* El video es obra de 'Les gars de la Royal', con base en la música de 'Voyage voyage'. Dégage significa, más o menos, lárgate, ahueca, etc.
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