09 noviembre, 2006

El relevo de Rumsfeld


No hay nada peor que la estupidez agresiva
J. W. Goethe

Donald Rumsfeld ha recibido en su trasero la contundente patada que la ciudadanía estadounidense ha lanzado en las elecciones contra George W. Bush. Así es la política. Y no es que Rumsfeld no se mereciera esa coz y cien más, sino que actuaba en estricto cumplimiento de las órdenes de su jefe, lo que no elimina pero limita su responsabilidad.

Era arrogante y destemplado y mantenía tensas relaciones con los mandos militares en Irak, sin duda porque le decían precisamente aquello que no quería oir. Nadie le va a echar en falta. En cualquier caso, a sus 74 años, ya es tiempo de que se dedique a dar conferencias y jugar al golf.

Cuando Bush anunció ayer la renuncia de uno de sus juguetes preferidos, al que había defendido hasta el penúltimo día, ya tenía el nombre de su sustituto, lo que indica que la salida de escena del secretario de Defensa que ha ‘dirigido’ la fracasada guerra de Irak ya estaba prevista.

Robert Gates, el relevo, es otro ‘aparatchik’, como Rumsfeld, salido seguramente -como tantos otros ‘hombres del presidente’- de la agenda de Bush padre. Tiene a su favor pertenecer a la comisión que, presidida por James Baker, viene estudiando la situación en Irak y sus posibles salidas.

En su disfavor pesa su oscuro papel, como director de la CIA, en el escandaloso caso que en su día se conoció bajo el nombre ‘Irán-Contra’. En plena era Reagan, alguien tuvo la feliz idea de vender secretamente armas a Irán -país con el que ni siquiera existían relaciones- para financiar, de modo igualmente secreto, a la guerrilla antisandinista en Nicaragua.

Entonces Gates hubo de renunciar a su cargo, al que regresó en 1991 no sin antes tener que superar en el Capitolio un duro examen, a lo largo del cual puso de manifiesto que es un especialista en ‘memoria selectiva’.

Dada la situación, cabe esperar que ahora, con la mayoría demócrata en el Congreso, también le va a tocar sudar tinta para probar su adecuación a un cargo clave en momentos más que delicados.

¿Tiene Gates la llave de la puerta que permita una salida honrosa del pantano virulento que su presidente y su predecesor en el cargo han creado en Irak? ¿Existe tal salida? ¿Se puede salir con honor de una situación que es fruto de la mentira y el deshonor?

Son sólo preguntas retóricas. La estupidez agresiva no sólo es lo peor sino que además no tiene cura. Sólo el relevo en la presidencia puede cambiar las cosas.

Hace dos años los estadounidenses tuvieron una oportunidad de oro y la desperdiciaron. Ahora les quedan otros dos años de penitencia. Y la tendencia en Irak y en Oriente próximo en general no es precisamente a la mejoría ni la derrota de los republicanos contribuye a relajar el panorama.

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