Comentarios sobre la actualidad, reflexiones sobre la deriva histórica que nos conduce hacia viejas pesadillas y cualquier otra cosa que considere de interés.
28 mayo, 2007
Menos lobos
Dice el PP que ha ganado las elecciones. Lo dice, sí, y no es cierto, aunque eso no puede sorprender a nadie a estas alturas. El Partido Popular ha obtenido más votos que el PSOE en el cómputo global nacional (unos 160.000, el 0,7 por 100). Eso es todo. No es insignificante, pero tampoco tiene el significado que los beneficiarios de esa diferencia le quieren atribuir. Aludir a la tradición de que quien logra más votos en las locales triunfa en las generales es puro y simple ‘wishful thinking’ (1).
Unas elecciones locales y regionales las vence quien gana más concejalías, más alcaldías, más diputaciones y más presidencias autonómicas y en esos terrenos concretos -los que importan- el Partido Popular ha perdido. Más votos, pero menos poder político. Una cruel, aunque explicable, paradoja.
Las grandes diferencias en el volumen global de votos favorable al PP proceden de dos comunidades: Madrid y Valencia (medio millón de votos en la primera y casi otros tantos en la segunda). Esas sí han sido victorias contundentes del PP, que revalida su poder pese a evidencias o insinuaciones de corrupción que, al igual que en otros casos en todo el país, no parecen tener un gran peso en el ánimo de los electores.
En definitiva, ninguno de los dos partidos nacionales tiene motivos muy señalados para sentirse tan satisfechos como parecen, pero menos que nadie el PP, que, al igual que hoy el PSOE, debería hacer su autocrítica pública. No la hará, no sólo por falta de costumbre sino también porque las conclusiones que tal ejercicio conllevaría son las mismas que vienen eludiendo sistemáticamente desde que perdieron las generales.
El hecho incontestable para el PP es que deben en una gran medida lo que celebran a Alberto Ruiz-Gallardón, que está muy lejos de representar e identificarse (ni ser identificado) con las ‘esencias’ que alimentan al ‘núcleo duro’ del partido, el que ha conducido la política de crispación desde el comienzo de la legislatura. Y digo Ruiz-Gallardón y no Esperanza Aguirre porque ésta es beneficiaria del tirón de aquél y no al revés. Basta contrastar números y porcentajes.
El problema esencial (y casi diría existencial) para el Partido Popular es que ni Madrid es España ni Gallardón es el PP. Así que menos lobos, menos euforia gratuita y más reflexión.
No basta con hablar -y sólo hablar porque la praxis es otra- de “moderación” y de “cambio tranquilo”, como hace últimamente Rajoy. Hay que creérselo y practicarlo, como el odiado y triunfante alcalde de Madrid.
(1) Pensar lo que se desea creer.
Leer online: http://laspiral.blogspot.com
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2 comentarios:
Coincido en tu análisis, aunque añado que la "moderación" y el "cambio tranquilo" de Gallardón creo que es más fachadismo que posición real. Son las formas las que son (o parecen) dialogantes. Pero sospecho que el fondo no es tan diáfano como su carisma nos puede inducir a pensar. Aún así, es evidente que quien optó por Rajoy para una sucesión cuasi-borbónica, pudiendo haber elegido a Gallardón, o sabía muy bien lo que hacía, o no sabía ni dónde tenía la mano derecha. Y no voy a decir cuál de las dos posibilidades me parece la verdadera, porque las dos son como para echarse a llorar. País...
Esencialmente coincidimos. En cuanto a Gallardón, ignoro lo que tiene de fachada, pero resulta comparativamente un centro-derechista verosímil, un demócrata creíble.
El asunto de la sucesión yo siempre lo he tenido bastante claro. Aznar dejó sentadas las bases para 'teledirigir' al partido y al Gobierno mientras, con la ayuda de su yerno, rentabilizaría informaciones, influencias y privilegios.
Todo le salió mal y su rencor es implacable, como hemos visto.
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