30 mayo, 2007

Gallardón, en el centro de la escena

Apenas concluido el ‘partido’ de las elecciones, Ruiz-Gallardón no ha dejado que se enfríe la pelota y se ha situado en el centro de todas las miradas y de no pocos rencores en el panorama político de la derecha. Ayer mismo, con la audacia que le caracteriza, aprovechó el Foro de ABC para lanzar a Rajoy, presente en el acto junto a Esperanza Aguirre, una oferta para colaborar en su campaña e integrarse en su equipo y en su lista que no deja lugar a dudas respecto a su ambición última: convertirse en el sucesor ‘natural’ si Rajoy fracasa.

Que Gallardón aspira a liderar el partido y llegar a La Moncloa es un secreto a voces, lo mismo que el hecho de que Esperanza Aguirre comparte la misma ambición y que ambos son enemigos políticos irreconciliables. Rajoy ya se ha visto en alguna ocasión en medio del fuego cruzado entre ambos líderes madrileños y siempre ha salido del paso al modo galaico: ni sí ni no, ni éste ni aquél, peroquémecuentausté…

El presidente del PP hace bueno el dicho que afirma que cuando uno se encuentra a un gallego en una escalera es imposible saber si está subiendo o bajando. Utilizando esa imagen, yo diría sin dudarlo que baja, que está bajando (ocasionalmente a los infiernos) desde que asumió sin rechistar la herencia rencorosa de Aznar y la escolta insoslayable de Acebes y Zaplana.

Hoy, en declaraciones a Antena-3, Rajoy ha vuelto a galleguear a propósito del tema. La más clara de sus afirmaciones al respecto no es muy alentadora para las expectativas urgentes de Gallardón: se decidirá “cuando se convoquen las elecciones”.

Mientras Esperanza Aguirre y su equipo se rasgan las vestiduras ante la ‘insolencia’ del alcalde y niegan -contra lo que cantan los números- que sea el artífice del éxito ‘popular’ en Madrid, éste declara abierta la carrera y se dispone a correr desenfrenadamente en ella, aunque sea de momento en solitario, algo en lo que tiene sobrada experiencia. Y en este caso cuenta con una ventaja considerable sobre su eterna rival. Esperanza Aguirre no puede presentarse a las generales sin renunciar previamente a su cargo de presidenta de la Comunidad de Madrid.

No sería nada sorprendente que cuando Sarkozy visite mañana España Gallardón logre hacerse la foto con el marido de su prima, ni que en lo futuro aproveche el parentesco para hacérsela en el Palacio del Elíseo. El ‘caballo blanco’ de la derecha europea, el hombre de la apertura y del cambio tranquilo en Francia, trae en su agenda un encuentro con Zapatero, con el ‘minitratado’ de la UE que él propone como tema principal de la agenda. El resto es protocolario: visita al Rey y a Rajoy, en tanto que presidente de un partido supuestamente homólogo de su UMP.

¿Cabe en esa apretada agenda un encuentro ‘significativo’ con el alcalde de la capital de España? Juraría que Gallardón está luchando a brazo partido desde que se anunció la visita para hacerlo posible.

Rajoy sabe, sin duda, que asociar su imagen a la de Gallardón haría más verosímil su supuesto centrismo, siempre desmentido por la praxis. Pero también sabe cómo está el horno del partido, dominado por el aznarismo vindicante. La cuestión candente es que no parece posible que el PP gane las próximas elecciones con el discurso crispador e irresponsable que ha venido manteniendo. Hoy mismo el barómetro del CIS registra en la intención de voto una diferencia de tres puntos a favor del PSOE, un dato mucho más revelador que la ventaja de 156.000 votos en el cómputo global de las pasadas elecciones que le sirve al PP para cantar victoria.

Siguiendo con encuestas significativas, pocos días antes de las elecciones un sondeo de IPSOS mostraba al alcalde de Madrid como el líder más valorado por los españoles, con un 64%, nueve puntos por encima del segundo, Rodríguez Zapatero. En ese mismo estudio Rajoy ocupa el puesto número doce, detrás de Gallardón, Zapatero, De la Vega, Aguirre, Rubalcaba, Solbes, Chaves, Rodríguez Ibarra, Llamazares, Aznar y Josep Piqué.

Lo esencial del mensaje lanzado por Gallardón a Rajoy y al Partido Popular podría sintetizarse en el famoso dicho “no te digo que te vistas, pero ahí tienes la ropa”. Allá ellos, digo yo.

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