A uno se le abren las carnes viendo en la televisión al portavoz parlamentario del Partido Popular, Eduardo Zaplana, rechazar, con su rostro pétreo e impasible, que su partido haya hecho un inédito uso partidista de la política antiterrorista. No hay sorpresa alguna en tal mentira porque este hombre es todo un experto en emitirlas contra toda evidencia.
Baste con recordar aquella gigantesca rueda de molino que intentó hacer tragar a la ciudadanía cuando afirmó que Aznar nunca había afirmado la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. La consecuencia inmediata fue la difusión de las grabaciones en las que el ex presidente aseguraba tal extremo con la solemne y huera solemnidad que le caracteriza.
Alguien como Zaplana estaría, en cualquier democracia digna de tal nombre, sumergido bajo una montaña de descrédito, señalado por el dedo de la indecencia, políticamente muerto. Aquí, por el contrario, obtiene el aplauso incondicional de quienes creen que, para recuperar el poder, el fin justifica los medios por muy indecentes que sean. La razón es simple: el Partido Popular ha convertido la mentira en su fundamental arma política.
No deja de ser una paradoja que quienes perdieron el poder por una mentira intolerable como la participación de ETA en el 11-M insistan en ese vil recurso, que les hace objetivamente indignos de toda confianza política. Pero el PP ha hecho de la paradoja virtud y de la mentira verdad. Para ello no le ha faltado un considerable apoyo mediático, tanto por acción como por complicidad apenas disimulada.
Dice Zaplana (dice el PP) que el Gobierno rompió el pacto antiterrorista, “entre otras razones” (que no menciona), al permitir la participación del Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV/EHAK) en las elecciones de Euskadi en abril de 2005. Y por sorprendente que parezca en una afirmación tan simple hay varias mentiras expresas o implícitas:
- Es el PP quien declara roto el pacto (quien lo rompe, en definitiva), que el Gobierno ha dado muestras en todo momento de querer mantener o recomponer.
- No es el Gobierno quien permite la participación del PCTV, sino las leyes. La investigación policial no logra probar ninguna vinculación orgánica ni personal entre este curioso grupo marxista-leninista y Batasuna. Sí la encontró -y actuó en consecuencia- en el intento de Aukera Guztiak. ¿Por qué suponer el dolo en el caso del PCTV? Por que así lo había decidido la dirección del PP. Necesitaba convertir el terrorismo en caballo de batalla para hacer el mayor daño posible al Gobierno.
- Para mayor ironía, el PCTV tenía existencia legal desde 2002. No era ni es un montaje debido a Batasuna, sino un grupo superminoritario preexistente que se ofreció a recoger el voto y representar en el Parlamento vasco a los seguidores de la formación ilegalizada. El Ministerio del Interior que legalizó en su día al PCTV estaba dirigido por Ángel Acebes.
El anuncio de tregua de ETA y la decisión del Gobierno de iniciar el diálogo, previa aprobación del Congreso, señala el comienzo de una campaña de intoxicación de dimensiones inéditas en la democracia española por parte del Partido Popular. Las mentiras se convierten en una práctica permanente. Poco importa que no exista el más mínimo indicio para sostenerlas. Las tesis de Goebbels se imponen.
Entre las mentiras las hay gravísimas: Zapatero rinde España a ETA, se regala una victoria política a los terroristas, se asume la inclusión de Navarra en Euskadi, el Gobierno es rehén de ETA… Poco importa que el Gobierno haya definido con toda claridad los límites de lo negociable y aún importa menos que apele reiteradamente a la colaboración del PP. Éste llega a anunciar melodramáticamente que rompe toda relación con el Ejecutivo.
Pero las cosas no quedan ahí. Cuando en el debate sobre el estado de la nación Rajoy acusa a Zapatero de “traicionar a los muertos” no sólo está haciendo una indecente demagogia, impropia de una sede democrática. También está indicando el propósito de instrumentalizar a las víctimas del terrorismo en beneficio de su partido.
La AVT se ha convertido en una eficaz correa de transmisión, instrumentalizada al servicio de los propósitos de la oposición de deteriorar y obstruir al Gobierno hasta el límite de lo posible. En movilización casi permanente, no ha dejado de intoxicar a la opinión pública exagerando aún más las mentiras del PP. Ahora, tras el atentado de Barajas, el grueso de los gritos de la AVT no ha ido contra ETA, sino contra el Gobierno. Con eso está dicho todo.
Es sumamente dudoso que, tras la ruptura de la tregua, el PP esté dispuesto a colaborar lealmente con el Gobierno. Probablemente fingirá hacerlo para no poner aún más en evidencia su mala fe, pero no es verosímil que renuncie a estas alturas a los réditos que, al parecer, le produce su deliberado rol de ‘muy desleal oposición’.
Para muchos ha quedado meridianamente claro que en el caso de que hubiera habido una ligera posibilidad de progreso en el proceso de paz el PP habría hecho todo lo posible para arruinarla. Al Partido Popular no le interesan ni le preocupan tanto -contra lo que afirma- la paz o España o el bienestar de los ciudadanos como recuperar el poder por cualquier medio por muy vil que éste sea.
Mañana: 3.- El Bobo
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