Quienes impusieron un permanente “hoy no toca”; quienes otorgaron “ceros patateros” a diestro y a siniestro; quienes negaron la voz y la palabra a los representantes autonómicos y ningunearon ofensivamente a la oposición; quienes utilizaron su mayoría absoluta como una apisonadora dictatorial y nos hicieron evocar a quienes empezábamos a olvidarlos los años negros del franquismo; esos que se dicen demócratas pero encuentran grandes dificultades en demostrarlo...
Esos, digo, se presentan ahora como víctimas del 'totalitarismo'; es más, denuncian el 'estalinismo' del Gobierno y del resto de los partidos por negarse a debatir sus propuestas antiterroristas. Ellos, que no tienen otra forma de dialogar que la aplicación sistemática del “lo que yo te diga”, afirman sentirse víctimas de la mayoría parlamentaria, ignorando que esa mayoría, a través de la Mesa de la Cámara puede, democráticamente, decidir qué se debate y qué no toca debatir. Y, por supuesto, las propuestas que nacen de la mala fe han sido desestimadas.
Ese discurso falsario y delirante no se limita a 'la muy desleal oposición'. El editorial de El Mundo que comparaba la situación con la que sufrieron los judíos en la Alemania nazi no sólo es totalmente improcedente sino que además denota una cara dura que roza lo surrealista.
Mal está que el supuesto (y nunca demostrado) centro-derecha y sus aliados mediaticos pretendan intoxicar a la ciudadanía con sus dislates y despropósitos, pero parece como si ellos también se intoxicasen con alguna sustancia euforizante y a lo peor alucinógena.
Al final vamos a tener que proponer controles 'antidopping' a la entrada de algunas sedes institucionales, partidistas y mediáticas. Por su propio bien y por el de todos.
Una cosa es que hayan decidido tratar a los ciudadanos como a estúpidos y otra muy diferente que crean que realmente lo son.
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