13 octubre, 2006

Yunus: el microcrédito y la paz



El Premio Nobel de la Paz, y no el de Economía, ha sido concedido este año al economista de Bangla Desh Muhammad Yunus y a su obra, el Grameen Bank (grameen significa en bengalí pueblos). Hace treinta años, tras superar numerosos e importantes obstáculos, Yunus puso en marcha en su país -uno de los más superpoblados y pobres del planeta- el Banco de los Pueblos, una institución que se confrontaba a la lógica usuraria del capitalismo mediante un instrumento financiero extraordinariamente innovador: el microcrédito.

Frente a la filosofía habitual de la banca (mínima inversión, mínimo riesgo, máximo beneficio), el microcrédito elimina la condición de la garantía o el aval de bienes propios o ajenos para otorgar los préstamos, asume consecuentemente los riesgos, y se conforma con mínimos beneficios, si los hubiera.

Nadie creía en la viabilidad del ‘invento suicida’, pero funciona. Así lo ha demostrado el Grameen Bank durante tres décadas y así se constata día tras días en otros escenarios mundiales regidos por la pobreza (Venezuela y Brasil, entre los más recientes). El microcrédito financia pequeños 'negocios' individuales o colectivos que tienen como objetivo principal el autoempleo, no el enriquecimiento, aunque éste no se descarta. Se trata de financiar la creatividad y el esfuerzo de gentes sin trabajo (las mujeres son las beneficiarias en la mayoría de los casos) que viven en la pobreza o bajo su umbral.

La creación de clases medias suele considerarse como una condición previa para la sólida implantación de la democracia y ésta se supone que contribuye decisivamente a la paz social. Tal vez por ello le han dado a Yunus el Nobel de la Paz. Si le hubieran dado el de Economía, que sin duda se merece, querría decir que estaríamos en un mundo más justo, uno en el que -por ejemplo- no cabrían los ‘corralitos financieros’ que sufrió Argentina.

El Nobel de Economía de este año ha sido concedido al estadounidense Edmund S. Phelps por sus contribuciones al análisis de la política macroeconómica.

Está claro: en lo ‘macro’ no cabe lo ‘micro’. Así nos va.

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