El sucesor (futuro) del ghaneano Kofi Annan en la secretaría General de las Naciones Unidas ha considerado necesario precisar a la agencia Reuters que él no es tonto (o ingenuo, o fácil de convencer, que son otras formas de traducir ‘pushover’, la expresión empleada).
Ban Ki-Moon, ministro de Asuntos exteriores de Corea del Sur cooptado al más alto puesto de la ONU en plena crisis con Corea del Norte, lo cual no es grano de anís, no está de acuerdo con que se le describa como ‘low-key’ (de bajo perfil) y asegura que pese a su habla suave no carece de “liderazgo ni de compromiso” para la tarea que le espera.
Falta le va a hacer porque su elección sugiere que Estados Unidos se ha apuntado un tanto al lograr que se elija al ‘suave’ surcoreano precisamente cuando atruenan los tambores contra la díscola Corea del Norte, que insta al ‘padrone’ del mundo a negociar detonando una bomba atómica de discutible entidad.
Si a ello unimos que el embajador estadounidense ante la ONU, John Bolton, se ha apresurado a definir la misión de Ki-Moon como más administrativa que diplomática, habrá que asumir que cuando, el 1 de enero, éste asuma su cargo (“el trabajo más imposible del mundo”, según su predecesor) su primera tarea tendrá que consistir en combatir el déficit de credibilidad que le acompaña.
Misión casi imposible para un trabajo 'imposible'.
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