Como a Aznar se le ha quedado pequeña España, donde además corre el riesgo de que le pregunten sobre el diálogo con ETA y sobre otros molestos cómos y porqués, se ha ido a Italia a ayudar a caer a su amigo Berlusconi. Y naturalmente, ha dado la nota. No tanto, de todos modos, como en México, donde tuvo que hacer a toda prisa la maleta tras prestar su apoyo expreso al candidato del PAN y arremeter contra el ‘nefasto populismo’ de su principal rival. Y es que los mexicanos son muy sentidos con su independencia. Tal vez porque siempre la han visto amenazada por el vecino del norte, donde impera el mejor amigo del ex presidente del Gobierno español. Ni siquiera el PAN, beneficiario de su apoyo, se atrevió a justificar su intromisión
Los italianos son mucho más escépticos. La historia les ha ‘regalado’ un buen montón de experiencias de las que curan de espantos a cualquier pueblo y la última de ellas, ese paradigma del solipsismo al que impropiamente denominan ‘il cavaliere’, ha roto todas las marcas de desprecio y manipulación de una democracia. Probablemente Aznar le admira porque no padece en absoluto la "fascinación por los conceptos colectivos" que detecta con mucha preocupación como elemento común a "la utopía socialista y a las ensoñaciones nacionalistas", y también, cómo no, al "movimiento yihadista".
Ese maridaje entre especies incompatibles se le ocurrió al ‘vigía de Occidente 2’ como obsequio especial a la campaña de Berlusconi. Y seguramente el ‘ideólogo’ español considera que se trata de una aportación sumamente beneficiosa para el ideario del neoconservadurismo global. Junta sus obsesiones de cabecera, las mezcla con los perniciosos ‘conceptos colectivos’ que, según él, tienen en común y ya ha formado su particular ‘eje del mal’ para ir tirando unas cuantas decenas de mítines y conferencias más.
Que uno sepa los conceptos colectivos son precisamente el objeto central de la acción (y de la reflexión) política. La política y los políticos -al menos en las democracias- están para propiciar, entre otros, ese esencial concepto colectivo llamado bien común. La falacia de la “filosofía política” aznariana se pone en evidencia cuando enfrentamos, fascinados o no, los ‘indeseables’ conceptos colectivos con sus opuestos, los conceptos individuales o subjetivos. Tanto Berlusconi como Aznar han mostrado una gran capacidad para anteponer lo individual y subjetivo -lo propio, en definitiva- a lo colectivo. Ambos han intentado inútilmente despolitizar la política, que en gran medida conciben en sus sueños como una gran empresa en la que todo el mundo cumple órdenes, guarda silencio y funciona como un reloj.
¿A qué les recuerda esa antiutopía? La cosa está clara, al menos para españoles e italianos. ¿Quién quiere repetir?
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