07 abril, 2006

Justicia poética

Estaba claro que Bono desentonaba en el Gobierno. Estaba claro que era una piedra en el zapato, el enemigo en casa, un inquietante -aunque siempre sonriente y supuestamente bienintencionado- quintacolumnista. Cabe suponer que Rodríguez Zapatero le llamó más de una vez al orden para que sincronizase el paso con el resto del Ejecutivo y cantase en el tono preciso, pero él iba a su aire, marcando distancias, sacando pecho patriótico y castizo como una alternativa al presidente, que ya le había derrotado en la competencia por la secretaría general del PSOE.

El problema era que ni Bono estaba dispuesto a cambiar su discurso ni el Gobierno podía tolerar que siguiese desautorizándole con sus divergencias. Bono dice que se va porque quiere y que la vida vale más que la política, pero lo cierto es que la situación era insostenible, especialmente en la medida en que el saliente ocupaba una cartera de tanta importancia como Defensa en la perspectiva de un diálogo sumamente delicado y frágil con ETA. Zapatero no confiaba en él y tenía sus razones. Eso es todo.

Para el PP ha sido una muy mala noticia. Y no porque se vaya Bono, más afín en algunas cuestiones cruciales con los populares que con su propio partido, sino porque Pérez Rubalcaba entra en el Gobierno y lo hace como ministro del Interior. El político cántabro es la ‘bestia negra’ del partido de Rajoy. Les sale un sarpullido cada vez que le recuerdan pidiéndoles, cuando todavía eran Gobierno, que no mintiesen a los españoles sobre la autoría del 11-M. Creían que el PSOE se iba a tragar el sapo a raíz de la trágica jornada y resultó que, en sintonía con millones de españoles, les exigía la verdad. Imperdonable.

Le tienen atragantado. No le perdonan, por ejemplo, su demoledor discurso en el pasado debate sobre el estado de la nación, aquel en el que Rajoy se permitió acusar a Zapatero de “traicionar a los muertos” por el terrorismo. Rubalcaba no llegó a tanto con la oposición, pero le zurró la badana más allá de lo que su delicado umbral de resistencia a las verdades del barquero puede tolerar.

Y entonces le sacaron a los GAL. También lo hicieron cuando el partido del Gobierno propuso que el Congreso declarase “probado más allá de toda duda razonable” que Irak no tenía armas de destrucción masiva cuando, con la complicidad del Gobierno de Aznar, fue invadido. Reclamaron una declaración similar sobre la existencia real de los GAL.

Ayer Rajoy aludió, sin mencionar a los GAL, a “puntos oscuros” en la biografía del nuevo ministro del Interior, en una nueva referencia maliciosa a la presencia de Pérez Rubalcaba en el último gobierno de Felipe González. Hacen falta billones de puntos oscuros para formar una ‘marea negra’, pero ocurre que además nadie ha podido achacar nunca al aludido, de forma verosímil, relación alguna con los GAL. Ni por acción ni por omisión.

Lo que no les gusta de Rubalcaba es su carácter de interlocutor sutil, hábil y correoso. Su ironía les provoca acidez de estómago. Su memoria les enfrenta a las verdades del espejo. Su calma les confunde y su inteligencia les desarma.

En consecuencia, “no es una persona de la que el Partido Popular se fíe”. Tal vez eso es precisamente lo que le hace tan valioso en el puesto que el presidente le ha adjudicado porque si el PP no se fía de Rubalcaba el Gobierno tampoco se fía del PP. Y no puede ser de otro modo tras dos años de acoso de muy bajo estilo, basado en mentiras, manipulaciones, intoxicaciones, exageraciones y, sobre todo, irresponsabilidades. A Rubalcaba no le van a sacar de onda en las reuniones del pacto antiterrorista. Y si lo intentan él les sacará los colores.

Como por arte de una mágica justicia poética el Gobierno no sólo se ha librado de una molesta piedra en el zapato con el alejamiento de Bono sino que además, por mor de Rubalcaba, la ha colocado en el del Partido Popular.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

El cese de Bono....¿Justicia poetica?

José Ramón San Juan dijo...

Simplificar... ¿es propio de simples?