Ayer por la tarde pasé largo rato ‘espiando’ la blogosfera neoconservadora estadounidense. Desde que me agencié el Feedreader es algo que, con mayor o menor inversión de tiempo, hago a diario, aunque sólo sea para deducir a través de sus títulos qué les preocupa a quienes se identifican con la avaricia del imperio y sostienen la ‘sabiduría’ de las leyes del mercado frente a cualquier otra ley, humana o divina.
Para mi sorpresa, la atención e inquietud de muchos se habían desplazado sensiblemente hacia Europa. Uno de los temas ‘estrella’ era la retirada del CPE en Francia. Alguien llegaba a sentenciar que ya no se podía hablar de la república gala como de un país con futuro. Yo, por el contrario, creo que si algún país puede afrontar el futuro sin despojar de sus derechos a los ciudadanos, sin convertirlos en meros súbditos servidores de la Máquina, ése es nuestro vecino del norte.
Contra lo que opinan tantos oficiantes y mercenarios del nuevo orden, no se puede construir el futuro sin los ciudadanos. Y menos aún, contra los ciudadanos. Francia, y en especial su juventud, han mostrado una vez más que cuando el poder amenaza con arrasar las esperanzas hay que pararle los pies y que eso exige unidad, movilización y perseverancia. Ha costado más de dos meses lograrlo. Millones de personas a lo largo de ese tiempo se han echado a las calles ignorando la programación televisiva y cualquier otra posibilidad de ocio, alienante o no.
Otro de los temas que desvelaban ayer a la ‘blogocarcundia’ era la ’povera Italia’, donde los sondeos a pie de urna daban la victoria a La Unión, comandada por Prodi y su Olivo, frente a La Casa de las Libertades (¡!), cuyo mascarón de proa es el inefable tiburón Berlusconi con su Forza Italia. “¡Oh cielos!, se decían. La pérfida izquierda conquista Italia.”
Luego, a lo largo de la tarde, la noche, la madrugada e incluso la mañana de hoy se ponía de manifiesto que los sondeos habían fallado clamorosamente, lo que no impide que finalmente se haya confirmado la victoria de Prodi tras uno de los recuentos de votos más lentos de la historia reciente de Occidente. Vergogna!
Italia, con un pluripartidismo caótico enmascarado en dos frentes que engloban a 23 grupos políticos de todo pelaje, se merecía la oportunidad de replantearse el rumbo tras ir a la deriva durante la era de ‘il cavaliere’. El hundimiento económico no ha sido lo peor, contra lo que tantos creen. Lo peor es el escarnio que Berlusconi ha hecho de la democracia y el modo en que ha utilizado su mayoría parlamentaria para eludir la acción de la justicia.
Ciertamente, Bush pierde a uno de sus aliados más incondicionales, pero ni así se entiende la inquietud ‘blogocon’. Es de temer que centran su atención en la ‘vieja Europa’ para evitar referirse a las masivas protestas que han tenido y tienen como escenario las calles de muchas ciudades estadounidenses. La causa de esa movilización, de proporciones que casi carecen de precedentes en Estados Unidos, es el rechazo de una ley de inmigración restrictiva, represiva e injusta que el Gobierno de Washington pretende hacer aprobar.
Los demócratas acusan a Bush de pretender convertir a los hispanos en chivo expiatorio, mientras entre los republicanos aparecen signos de división respecto a un tema sumamente vidrioso y con importantes implicaciones económicas, sociales y políticas. Como aseguran los carteles que portan los manifestantes, en su inmensa mayor parte latinoamericanos, “nosotros somos vuestra economía”, “si dañáis a los inmigrantes estáis dañando a América”. Y es cierto.
Se estima que hay en torno a 12 millones de inmigrantes ilegales en EE. UU. Son la mano de obra barata por excelencia para los empresarios y para el Estado. Algunos llevan en el país décadas y a todos les corresponden moralmente unos derechos que no están contemplados en absoluto en el estatus de “guest workers” (trabajadores “invitados” o “visitantes”), eufemismo sarcástico mediante el cual Bush pretende regularizarlos.
No se puede negar el derecho a la ciudadanía a quienes construyen el país. Y menos aún en un país cuyos habitantes, en su inmensa mayoría, apenas tienen que retroceder tres generaciones en su árbol genealógico para situar su origen fuera de Estados Unidos. A los estadounidenses les resulta muy complicado asumir sus propias contradicciones y paradojas. Tal vez por eso tienden, por un lado, a las soluciones más terminantes y por otro, a callarse como muertos.
El problema es que las cosas no van nada bien en ‘el mejor de los mundos’ y no tienen pinta de ir a mejorar a corto plazo. Mejor ser europeo, aunque se sea un escéptico, pesimista o cínico italiano o un francés ‘sin futuro’.
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