10 marzo, 2006

Apoteosis del gamberrismo

Ayer, cuando Rajoy se despachaba contra el proyecto de Estatuto catalán en la Comisión Constitucional del Congreso con tal despliegue de hipérboles falaces que hasta Carod-Rovira se confesó tentado de votar a favor de un texto que rechaza por razones totalmente contrarias a las del PP, aunque sin duda más objetivas, los daños colaterales de la ‘guerrilla’ derechista se extendían como si fueran fruto de alguna maniaca operación del terrorismo islámico. El gamberrismo se enseñorea del panorama.

Para empezar, el vitalicio presidente de la patronal, José María Cuevas, hacía otra de sus épicas incursiones en la arena política con su proverbial estilo 'verticalista'. Este dinosaurio, que es, junto con Fraga y Martín Villa, un paradigma de la flotabilidad de los viejos paquebotes franquistas, ha sido reelegido en febrero, por séptima vez tras 22 años al frente, para un nuevo mandato de cuatro años. Con la confianza que seguramente le da el significativo apoyo (lamentablemente entrar en el significado de la perdurable identificación entre los patrones y Cuevas no es objeto de este artículo y no por falta de ganas) del 92% de los empresarios españoles, el inefable Cuevas no dudo en provocar las iras de las patronales vasca y catalana para servir a los intereses de los suyos de toda la vida.

Respecto al empresariado euskaldún, el 'superpatrón', que calificó de ‘disparate’ la búsqueda de la paz con ETA, proceso al que atribuyó “terribles consecuencias para la sociedad y los empresarios vascos”, discriminó con su insufrible desparpajo y su provocadora falta de prejuicios entre “los que se consideran perseguidos, que merecen nuestro respeto, impulso y apoyo, y los que piensan que la paz es lo mejor y que desde la CEOE debemos callarnos la boca y dejarlos a ellos solitos”. Ciertamente la andanada no iba dirigida tanto contra la patronal vasca como contra el Gobierno, cuyo presidente es la ‘bestia negra’ personal del presidente de la CEOE en la misma medida en que es el hombre a batir para el PP.

El efecto, no obstante, no sólo ha sido la ira del empresariado vasco, sino el expreso apoyo de estos al Gobierno en su gestión de un hipotético proceso de paz.

A los catalanes, a los que Cuevas debe mucho más de lo que sin duda está dispuesto a admitir, les buscó las cosquillas (y se las encontró) con sus malévolas insinuaciones, peyorativas no sólo para los empresarios sino para los catalanes en general. Las ofensas surgieron al meterse el ‘sobrado’ presidente de la patronal en el fangal de la OPA de Gas Natural contra Endesa. "Yo soy un modesto accionista de Endesa -dijo el cuitado- que en este momento no sé si la OPA me la hace Gas Natural, me la hace el señor Montilla, el señor Conthe presidente de la CNMV... No sé bien quién la hace". Así describió el lenguaraz político-empresario el polémico asunto: "Inicialmente es una operación empresarial, seguramente poco pensada, poco matizada y muy a la catalana: ´Que tenemos el poder que es favorable, en cuyo caso, además, nos va a costar menos dinero´. A eso llamo yo una OPA a la catalana. Por el dinero y por contar con el BOE”.

Aquí la andanada sí que era deliberadamente simultánea contra el Gobierno y contra la patronal catalana. Cuevas no perdona que el presidente de Fomento del Trabajo, Joan Rossell, intentase descabalgarle de la presidencia en las últimas elecciones. Ajuste de cuentas. Suma y sigue de daños colaterales.

¿Se puede romper la patronal? Así podría temerse a la vista de la grave situación creada por ‘bocazas’ Cuevas, pero el empresariado español es mucho más prudente que quien –paradójicamente- lo representa. Eso sí, en la próxima reunión de la directiva del CEOE silbarán los cuchillos de un lado a otro de la mesa.

Lo que sí puede romperse, por mor de otros montaraces no menos arrogantes e irresponsables que el presidente de la CEOE, es la AIMC. La Asociación para la Investigación de los Medios de Comunicación integra entre sus miembros (163) a los principales interesados en las diversas áreas del mundo de la información desde el punto de vista económico, es decir, anunciantes y medios. El Estudio General de Medios (EGM) constituye su principal actividad y es la más polémica porque se elabora en base a encuestas, lo que favorece que sus cifras sean cuestionadas por quienes se sienten perjudicados por las conclusiones de las tres oleadas anuales del referido estudio.

Pero lo que es motivo de reticencias circunstanciales y provisionales suspicacias para algunos se ha convertido en una obsesión, en un auténtico ‘casus belli’ para la COPE. Los ‘héroes’ mediáticos de la cadena de radio del episcopado español, entre los que destacan el inefable Federico Jiménez Losantos (La mañana), César Vidal (La linterna) y José Antonio Abellán (El tirachinas), cada cual en su terreno, tenían la tesis vagamente paranoide de que el EGM era manipulado para favorecer a la SER en perjuicio de sus ‘espléndidos’ programas.

Para confirmar tal teoría, Abellán, constituido en jefe del ‘aparato militar’ de la operación, movilizó a buena parte de la plantilla de Deportes de la cadena en diversas provincias para que se infiltrase en las empresas a las que la AIMC subcontrata el estudio. Todo indica que no se constató manipulación alguna (la ‘operación’ fue diseñada hace seis meses) o que el voluntarioso Abellán y el autor intelectual (Jiménez Losantos) cayeron en la cuenta de que si existía alguna manipulación iba a ser muy difícil de demostrar, así que decidieron directamente pasarse a la ilegalidad, ordenando a sus esbirros hacer deliberadamente mal el trabajo para ver si era detectado y en caso de que no lo fuera cargarse el EGM que les quita el sueño.

La chapuza fue detectada y la AIMC dio cuenta ayer del asunto, anunciando que probablemente tendría que suspender la publicación de su principal informe (Abril 2005-Marzo 2006) ante las dificultades para filtrar las encuestas manipuladas y contar con muestras fiables y en número suficiente para que el estudio no estuviese viciado por la actividad presuntamente criminal de los agentes de la COPE. Abellán tuvo que salir a la palestra y abortar la operación, cuyo término estaba previsto el 23 de marzo, según un acta notarial que los ‘delincuentes’ se tomaron la molestia de registrar en enero.

Naturalmente las conclusiones de Abellán se cargan el EGM, pero debemos preguntarnos qué credibilidad tienen las tesis de alguien que, satisfechísimo, confiesa públicamente “¡sí, y hemos comprado, y hemos cambiado, y hemos hecho todo lo posible para demostrar que se puede hacer! ¡Y a programas marginales les hemos metido audiencia, y a programas que no salen nunca ahora salen, y a otros programas los hemos cambiado!".

Se les va la olla, está claro. ¿Cabe concluir que se hace realmente algo irregular del hecho de que pueda ser hecho? ¿Se puede ignorar que las irregularidades fueron descubiertas a tiempo? Ellos mismos aportan la razón por la que sus ‘sólidas’ premisas carecen de sentido. Pero más allá de la inquetante evidencia de que algo no funciona bien en ciertos cerebros, lo más preocupante es que los autores de una actividad manifiestamente ilegal la confiesen con tanto orgullo. En su ilimitada prepotencia sin duda están convencidos de su impunidad. Y lo peor es que podrían tener razón en eso. ¿Será posible que después de este destrozo nadie vaya a pagar los platos rotos? Eso sería lo último que nos quedaría por ver en cuanto al éxito de la abyección.

En esta gamberrada no sólo hay un damnificado (la AIMC) sino también considerables daños colaterales que afectan a terceros (agencias publicitarias, anunciantes y medios principalmente) que como consecuencia de la irresponsabilidad de los ‘héroes’ de la COPE parecen condenados a quedarse sin un medio, el EGM, a la vista del cual acostumbran a definir sus estrategias. Alguien debe pagar los platos rotos.

A estas horas no consta ninguna reacción del episcopado español acerca del estropicio perpetrado por los puntales de su cadena radiofónica. Estarán mirando al cielo, para variar, en la esperanza de que descienda la luz que ha de iluminarlos en la noche del oprobio.

El gamberrismo prospera y se generaliza en este país gracias al silencio cómplice. El de la militancia centrista del PP ante los delirios de la dirección del partido (en la sombra y bajo los focos); el de los empresarios españoles ante las gratuidades chulescas de su vitalicio presidente; y el de los obispos ante los impresentables compañeros de viaje a los que cobija y amplifica a través de la Cadena de Ondas Populares.

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