No saben nada. Eso dicen los que se dignan hablar, mientras quien más moralmente urgido debería sentirse a hacerlo -el ex ministro del Interior y secretario general del PP, Ángel Acebes- parece haber perdido la voz cuando más falta le hacía al país. Hay al menos cuatro personas del Gobierno ejerciente en 2002 que deberían dar una explicación: su presidente, José María Aznar; el ya aludido ex ministro del Interior; la ex ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, y el ex responsable de Defensa, Federico Trillo.
En lugar de ello es un subalterno Gustavo de Arístegui, portavoz de Exteriores del Grupo Popular, quien ha saltado al ruedo para aportar su 'visión particular' sobre los interrogatorios realizados por policías españoles a presos islamistas en la base estadounidense de Guantánamo. Tal versión es en realidad una especie de cuento de hadas, que convierte el viaje en una misión diplomática realizada con el filantrópico propósito de identificar y ayudar a los españoles allí encerrados.
Si Acebes calla sobre Guantánamo, Aznar secillamente 'huye' de la prensa española. Ayer canceló un acto público en Washington, en el curso del cual iba a ser entrevistado por la periodista Carol Joynt, a la que periodistas españoles, acreditados para asistir, habían pedido que le preguntase, entre otros temas, sobre el envío de policías españoles a la base militar.
Y Rajoy, como es típico en él, sale por peteneras argumentando que él no va a hablar de los suevos ni de Felipe V, como si hace apenas cinco años tales espectros estuvieran gobernando los destinos de España. Pide, además, que sea el Gobierno actual quien informe de los hechos, propuesta singular que no hace que se le caiga la cara de vergüenza.
Ahora que les llueve encima -y no precisamente mentiras- se puede constatar la dimensión real de su ética y también de su filosofía política. A Aznar no sólo no se le mueve un pelo -por increíble que parezca, con esa pelambre de ‘play boy’ en decadencia- al asegurar que hasta ahora no sabía que no había armas de destrucción masiva en Irak. Ni se plantea que se le pueda espetar que si entonces no le constaba por qué lo aseguraba con tanta vehemencia e intentaba convertirlo en artículo de fe.
La razón es la misma que sirvió a su Gobierno para sostener o no descartar la autoría de ETA en el 11-M: la fe en el aserto de que el fin justifica los medios. Que el medio sea la mentira y que ésta sea una ofensa imperdonable a la ciudadanía que es su destinataria poco importa. Lo importante es ganar las elecciones. Lo que importa es el poder. Lo demás son zarandajas, buenismo claudicante, ingenuidad de quien no asume que el hombre es lobo para el hombre.
Cuando pienso en la posibilidad de que estos personajes mendaces, cínicos, prepotentes y cobardes puedan volver a gobernar España se me ponen los pelos como escarpias.
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