08 febrero, 2007

Hay que responder

… Después vinieron por mí, y para ese momento
ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mi.

Bertolt Brecht

Ya iba siendo hora de reaccionar. Ayer, afortunadamente, Zapatero se contradijo a sí mismo al arremeter en el Congreso contra Rajoy y acusarle de estar escribiendo “una historia de infamia” en relación con el uso partidista del terrorismo. Eran preocupantes unas declaraciones previas del presidente en el sentido de que no iba a responder a Aznar y a Rajoy sobre esta cuestión. Es un grave error no responder.

Hay que responder a las gratuitas y falsarias ofensas que 'la muy desleal oposición' vierte día tras día, implacablemente. Hay que denunciar las mentiras, las manipulaciones, los alarmismos infundados, las insidias obscenas. Hay que denunciar la política irresponsable de un partido que ha erigido la falsedad en instrumento político primordial y a la que no le importan los daños colaterales que causa en forma de deterioro de las instituciones y – lo que es más grave- de la convivencia.

Y no basta con que Zapatero, Fernández de la Vega y ocasionalmente Rubalcaba se comprometan en esa tarea. Se echa en falta la voz, el protagonismo, de todos los ministros y las ministras del Gobierno, que parecen un grupo de tecnócratas incoloros y neutrales que meten la cabeza bajo el ala ante la lluvia ácida que está cayendo.

Pero es importante que la sociedad también se comprometa a responder a la política de desestabilización permanente que intenta no sólo el PP, sino también sus corifeos e instigadores mediáticos. Y en ese sentido es destacable la postura adoptada por Andreu Buenafuente al rechazar el premio Micrófono de Oro para “no estar en el mismo palmarés” que Jiménez Losantos, personaje que –dice- “no sólo me ofende a mi: ofende al periodismo”.

“Se puede optar por la discrepancia en silencio, pero yo he optado por decir en voz alta que no soporto estos premios salomónicos que tratan de honrar colores imposibles”, ha dicho Buenafuente. “Así tratan de decir que todo vale, y poco a poco se va pudriendo el periodismo. Y quería dejar clara mi discrepancia. En voz alta".

Buenafuente rechaza de este modo una práctica social eminentemente cobarde y perniciosa: la equidistancia. Cuando entre dos referencias una se sitúa en el extremo no hay equidistancia posible. A eso se le llama complicidad. Y es una práctica indecente.

Aquí no se puede nadar y guardar la ropa. No se puede poner una vela a dios y otra al diablo. Las cosas se están poniendo lo suficientemente graves como para que quienes pretendan parecer dignos recuperen la dignidad.

Hay que responder. Eso es todo. Es fácil si no se es cobarde, si no se es cómplice.

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