El mundo ve con creciente preocupación las verosímiles amenazas que formula Estados Unidos de atacar a Irán como consecuencia de su programa nuclear. La exigencia de que el país persa renuncie a desarrollar la energía atómica, independientemente de cuál sea el destino de dicha energía, tiene, sin embargo, difícil defensa y por ello se reclama 'urbi et orbe' que todo castigo a Irán sea debatido por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Ciertamente, cualquier país que disponga de centrales nucleares está en condiciones, a medio plazo, de fabricar armas atómicas. Según asegura Irán, no es ese su propósito y la AIEA no ha podido constatar que lo sea. Atacar y destruir las instalaciones nucleares de este país, a modo de ataque preventivo contra un futurible indemostrable, sería, en consecuencia, una gratuidad imperdonable y una arrogancia a sumar sobre recientes y desastrosas arrogancias.
Hay precedentes en este sentido, pero no los protagonizó EE UU, sino Israel, que en 1981 bombardeó y destruyó la central nuclear iraquí de Osirak, yugulando el desarrollo hipotético del arma atómica por parte de Sadam. Aquél sí era un peligro verosímil, aunque no inminente, pero la acción israelí no fue otra cosa que una vulneración flagrante de la legalidad internacional, de la que, como en tantas ocasiones, quedó impune.
Israel sí tiene, aunque se haya resistido a reconocerlo, armas nucleares. Las ha fabricado vulnerando el Tratado de No Proliferación (TNP) en abierto desafío a la comunidad internacional y nadie supo de ello hasta que el ingeniero de la central nuclear israelí de Dimona Mordejai Vanunu lo reveló, afontando como consecuencia largos años de prisión.
El arma nuclear garantiza a Israel la impunidad. No cabe imaginarse ningún futuro intento de invasión, ninguna guerra como las ya habidas, porque Israel podría actuar de modo aniquilador contra sus enemigos. Lógicamente, pretende mantener el monopolio de la bomba atómica en el área y ha amenazado ya con atacar a Irán si persiste en su propósito, como en su día hizo con Irak.
Sea quien sea el atacante, Irán advierte desde hace tiempo que no quedaría impune. Hoy mismo, el embajador iraní en Moscú ha prevenido de que habrá una respuesta "devastadora, inmediata y sin limitación territorial". ¿Vamos a afrontar otra guerra o un mayor aumento de la ya casi insoportable conflictividad internacional por los caprichos hegemonistas de países que conciben y practican su política internacional como la consecuencia de su poder militar?
Esperemos que la ONU aborte los propósitos belicistas por las buenas. Por las malas, lamentablemente, todos sabemos que no está en condiciones de hacerlo. Ni la ONU ni nadie, aunque Rusia está cada día más inquieta por el rumbo del imperio y sus socios. Y eso tampoco es bueno para la paz.
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