La censura es siempre un error, pero en un sistema democrático es además tan gratuita como contraproducente. Y mucho más en estos tiempos en los que mediante internet se rompen con suma facilidad los sellos bajo los que hasta no hace mucho se silenciaba lo que no se consideraba conveniente. Eso es lo que ha sucedido con la entrevista (texto íntegro) de Jesús Quintero a José María García, prohibida por TVE, que ya se encuentra colgada en Youtube, troceada en nueve entregas.
Habían surgido todo tipo de especulaciones acerca de lo que el lenguaraz periodista podría haber dicho para que TVE tomase la terminante decisión de no difundirla. Buena parte de los especuladores interpretaban que las declaraciones debían ser gravemente lesivas para el Gobierno, pero resulta que es justamente lo contrario: el gran damnificado es el PP y más concretamente José María Aznar, a quien el periodista dibuja hundido en el rencor y el afán de revancha y dirigiendo el partido en la sombra.
¿Rajoy? De él hace García, que le conoce muy bien, una descripción seguramente insuperable por lo sintética y elocuente: “Tiene una virtud: por donde pasa no mancha. Y tiene un gran defecto: por donde pasa no limpia”. Ese es Rajoy: un hombre destinado a no cambiar nada, a no decidir nada por sí mismo, a no mover a nadie. El hombre que Aznar precisaba para seguir gobernando por persona interpuesta y gestionar influencias transoceánicas hasta que el 11-M dinamitó sus planes y lo que el creía atado y bien atado se fue al infierno. De ahí su rencor inextinguible.
En su ajuste de cuentas, García, que abandonó la COPE para fundar un multimedia en cuya creación creyó poder contar con Aznar y con su amigo Villalonga, entonces presidente de Telefónica, describe al ex presidente del Gobierno como “el mayor censor de la historia”. No cabe duda de que dispone de los datos necesarios para argumentarlo y que en la entrevista no dice ni la mitad de lo que sabe. Aznar estaba y sigue estando obsesionado por el poder mediático e hizo -y todo indica que aún intenta- todo cuanto estuvo en su mano para contar con él.
José María García dista mucho de ser santo de mi devoción, pero yo creo que la difusión de la entrevista censurada es un deber de higiene pública, sobre todo porque habla con bastante claridad de los entresijos del poder real, de ese nivel en el que se entrecruzan y relacionan, no siempre sin conflicto, el poder político, el económico y el mediático.
Sin embargo, por mucho que se empeñe el entrevistado en esgrimir su independencia y asegurar que quiere “hacer algo por este país”, no queda a salvo de sospechas. Cuando abandonó la COPE (su “gran error”, como él mismo admite) lo hizo con la idea de capitanear un imperio que contraponer al otro “imperio” (PRISA). Sus cálculos fallaron, como fallaron los de Aznar, y él también sangra por la herida a borbotones. También a él le domina el rencor porque en algún momento se creyó dios, como asegura que le pasó al ex presidente.
El problema es que nadie da crédito a un periodista tan egocéntrico y visceral, que además está juramentado a no ofrecer lealtad a nadie, salvo a “esta sociedad”. Él mismo lo dice: los políticos quieren taquígrafos, amanuenses. El problema es que los empresarios sufren del mismo mal. En un mundo de concentración empresarial mediática y de fuerte interrelación entre las esferas económicas y las políticas sólo se puede ser independiente 'extra muros', ubicación que dificulta extraordinariamente llegar a fin de mes y garantiza todo tipo de colisiones y conflictos con la ‘gente de orden’.
TVE ha cometido un gran error al prohibir esta entrevista. Sin duda su contenido ha sido conocido por el Gobierno y éste ha querido evitar que el PP interprete su difusión como un golpe bajo (cosa que sin duda haría) y monte una de sus características tempestades en un vaso de agua. Seguramente, si fuera el PP quien gobernase y el PSOE el damnificado no se beneficiaría de tan considerado trato.
Pero más allá de esas consideraciones, ocurre que la propia prohibición de la entrevista le ha dado una transcendencia mayor de la que tendría su normal difusión. Lo dicho: un gran error. A las broncas del PP ya estamos más que acostumbrados.
¿Quién teme al lobo feroz?
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