Dado que aún no he tenido tiempo de actualizar los enlaces de los Archivos, creo oportuno reproducir textualmente aquí algo de lo publicado en La Espiral acerca del envío de tropas españolas a Afganistán a modo de introducción a un tema que está de dolorosa actualidad:
... El aplauso que esta decisión de Rodríguez Zapatero (retirar las tropas de Irak)merece podría quedar minimizado si se cumple la anunciada e injustificable compensación -destinada a templar gaitas con el gran "boss"- de aumentar la presencia militar española en Afganistán. Tampoco allí se nos ha perdido nada y es otro pozo envenenado del que sólo pueden surgir pesadillas. (19 de Abril de 2004)
... Pero no puedo terminar estas líneas sin lamentar que el Gobierno español del “cambio” esté dispuesto a ampliar la participación militar española en Afganistán, por muy ridícula numéricamente que pueda ser. El hecho de que en esa actuación esté implicada la OTAN no sólo no legitima tal decisión sino que pone simultáneamente en cuestión nuestra participación y la de la OTAN.
¿Qué hace la Organización del Tratado del Atlántico Norte en el Golfo Pérsico, tan lejos de su marco geográfico natural de actuación? Es más: ¿Qué sentido tiene la subsistencia de esa institución defensiva cuando ha desaparecido el peligro (soviético) frente al que nació?
Tal vez ha llegado el momento de que España se replantee su pertenencia a un tratado que no es otra cosa que la expresión del poder y de los intereses de Estados Unidos, ajenos e incluso contrarios a los de la Unión Europea en general y a los de nuestro país en particular. Rectificaría de ese modo el error que el propio PSOE, regresado al poder mediante este Gobierno, cometió al impulsar la permanencia en el mismo mediante un referéndum que significó, durante la campaña previa, la mayor operación de intoxicación de la opinión pública de la historia. Eso sí que sería un cambio. (9 de mayo 2004)
Sólo la ignorancia o la mala fe puede argumentar ahora que no sabe por qué se aumentó la presencia militar española en Afganistán, preguntar qué hacen las tropas allí o sugerir que realizan “misiones de guerra” o que se sitúan bajo un “alto riesgo”. Y eso es precisamente lo que está haciendo el PP.
Creo recordar que cuando Bono aún no había tomado posesión de su cargo como ministro de Defensa ya adelantó que se aumentaría el contingente español en Afganistán, precisamente en compensación por el repliegue de Irak, promesa electoral de ineludible cumplimiento. También creo recordar que, ante la retirada de Irak, los ‘populares’ pusieron el grito en el cielo y lo denunciaron como una imprudencia temeraria que nos malquistaría con Estados Unidos.
En mi recuerdo también está que el PP votó positivamente el envío de más efectivos a Afganistán, ‘vendido’ ante el Congreso por el propio Zapatero gracias a la insistencia del partido de Aznar en que fuera él quien diese la cara, como ahora vuelven a pedir, porque es Zapatero y no otro su ‘bestia negra’ a batir (o a abatir). Votar en contra o abstenerse no sólo hubiera sido una escandalosa contradicción, como lo fue la postura de la Alianza Popular de Fraga ante el referéndum sobre la OTAN, sino algo imposible de explicar a los ‘íntimos’ amigos de Aznar y Rato en Washington. Demasiado arriesgado e incoherente. En aquella sesión Rajoy sólo se permitió deslizar el sarcasmo de apuntar que el presidente presentó el asunto como si se tratase de “misiones caritativas”.
Que todos sabían y saben de qué se trataba queda claro cuando se juzga la postura de Izquierda Unida, que fue entonces de rechazo, como lo es ahora, pese a ser socio del Gobierno, y que se argumenta hoy del mismo modo que en su día: lo que las tropas españolas hacen en Afganistán es servir a la estrategia de Estados Unidos. Concretamente, un conglomerado militar italohispano ha permitido a Estados Unidos sacar a sus tropas de la región occidental de Afganistán, lindante con la frontera de Irán y regida hasta no hace mucho por Ismail Khan, uno de los más hábiles, ambiciosos e incombustibles ‘señores de la guerra’ afganos, defenestrado el año pasado por Karzai, el presidente-títere.
¿No era Afganistán un paseo por el campo?, parece preguntar cínicamente ahora el PP. Saben muy bien que no, que esa región tiene un potencial claro de alto riesgo y que, en caso de ataque contrario, se transforma inevitablemente en una misión de guerra. Lo mismo puede ocurrir en Haití, por cierto, aunque ahora mismo es algo más improbable que en Afganistán.
En cualquier caso, siempre serán más justificables las misiones en Afganistán o Haití -obedientes ambas a los intereses del ‘amigo americano’- que la que, por decisión personal y exclusiva del ‘caudillo’ Aznar, convirtió a España en un estado depredador y condujo a los soldados españoles a una guerra injusta e injustificable, basada en gigantescas mentiras. Una guerra que -por cierto- prosigue tras haber sido 'ganada' y estalla virulentamente cada día en cualquier rincón con un saldo mortífero hasta ahora incontenible.
El ejército español no debería estar en ninguno de esos escenarios, como no debió estar en Bosnia, intervención que algunos consideran menos discutible. Yo no, pero no es el momento de argumentarlo. Quien no está capacitado en absoluto para cuestionar la presencia militar española en Afganistán ni su alcance es el Partido Popular, pero no cabe esperar otra cosa de quienes vienen realizando una tarea de oposición netamente destructiva y, en el fondo, incoherente hasta lo absurdo.
¿Un ejemplo? ‘Caso Roquetas’: han sido capaces de sostener una cosa (lentitud, ocultación, complicidad del Gobierno) y su contraria (la acusación de deteriorar la imagen de la Guardia Civil, de ponerla a los pies de los caballos). Y no se les cae la cara de vergüenza porque no la tienen. La vergüenza, quiero decir. Cara les sobra, como les espetó gestualmente Pérez Rubalcaba en otras recientes circunstancias trágicas en que la estilizada gaviota se trasmutó en el grosero buitre que es desde que perdió el mar de poder que soñó infinitamente suyo.
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