14 julio, 2008

Vacas flacas (y III): La 'tragedia' española

En una crisis, sé consciente del peligro, pero reconoce la oportunidad.
John F. Kennedy

Para España la crisis es como una tragedia griega. Se puede decir que la historia que hemos empezado a vivir y que pone fin a un eufórico y autosatisfecho sesteo estaba escrita. Todo economista serio e independiente que ha estudiado a fondo la estructura económica española a lo largo de los últimos veinte años ha visto y señalado los pies de barro del becerro de oro.

Progresábamos, sí, pero sin cimientos. A un rápido y fuerte crecimiento inducido gracias a los fondos europeos tras el ingreso en la UE en 1986 le siguió un momento clave a partir de 1999: el proceso de transición al euro y su definitiva implantación en 2002. Entonces, bajo un Gobierno del PP, se pudo redirigir el rumbo de la economía hacia una mayor racionalidad, pero no se hizo. Ni siquiera se intentó.

La impunidad general con que afloraron toneladas de dinero negro en aquella época fue un pésimo síntoma y supuso un aliento no sólo a la defraudación como sistema sino también al incremento de una economía fundamentalmente parásita y especulativa que encontró en el sector inmobiliario el lugar más cómodo, abierto y rentable a sus intereses. Así, por un camino diferente, se ha llegado a un fiasco similar al de las hipotecas 'subprime' estadounidenses.

El previsible pinchazo de la 'burbuja inmobiliaria', tan gigantesca como frágil, ha dejado sin beneficio previsible a corto plazo inversiones de un volumen impresionante. Y la solución es más que complicada, si se tiene en cuenta que se ha construido el doble de lo necesario, según fuentes del propio sector. Ha sido una locura. Una locura suicida.

Tanto los gobiernos del PP como los del PSOE han hecho el 'don Tancredo' a la perfección. En coherencia con el liberalismo económico, al que ambos son fieles por más que se discuta el de los 'socialistas', han dejado hacer, han dejado pasar. Que los 'populares' culpen ahora a Zapatero (siempre Zapatero, no el Gobierno, no el partido) de inoperancia e incluso de “engaño” ante la crisis que se cernía es un sarcasmo superlativo si se tiene en cuenta -y hay que tenerla- su culpable inhibición mientras gobernaron.

En los tiempos actuales de la economía, descartados el dirigismo económico y la planificación imperativa como instrumentos del Estado, hay que admitir que no es gran cosa lo que los gobiernos pueden hacer en el terreno económico, aparte de utilizar adecuadamente la inversión pública. Sólo cuentan con un limitado repertorio de medidas de estímulo y desestímulo (o penalización, en último extremo) de la actividad económica privada. En el capítulo del desestímulo apenas se ha hecho nada en España. Y menos aún en el de la penalización.

De todos modos, la economía española no tiene el mayor de sus problemas en las cuestiones meramente estructurales, sino en su superestructura. Buena parte del capital español se resiste a ingresar con todas sus consecuencias en esta fase avanzada del capitalismo. La filosofía canalla del 'pelotazo' predomina, en buena medida alentada por las facilidades para perpetrarlo. La cultura empresarial de la innovación, el riesgo y el trabajo es una fruta rara por estos pagos y las consecuencias para el conjunto de la economía nacional no pueden ser más nefastas.

España, que es (pronto, quizás, habrá que decir fue) la octava potencia mundial en los rankings macroeconómicos, sin embargo se hunde en el puesto 33 en competitividad, sufre un déficit comercial endémico e insostenible y tiene una deuda exterior que duplica el Producto Interior Bruto. Si a ello se une el aumento del paro como consecuencia del 'crack' inmobiliario, los precios desatados del petróleo, el nivel suicida de endeudamiento familiar, con la vivienda como protagonista, y un índice de inflación que supera la media de la zona euro sin otros visos, por ahora, que los de aumentar, el panorama es francamente desolador.

¿Soluciones? No hay. Dependemos, una vez más, de la tracción de las 'locomotoras' externas. Y, como es bien sabido, nuestro vago vagón acostumbra a ponerse en marcha con notable retraso respecto a ellas. Sin duda nos quedan por delante un número indeterminable de años de 'vacas flacas'. Provisionalmente, debemos alegrarnos -si alguna alegría cabe- de que sea un Gobierno del PSOE quien haya de gestionar esta crisis, pues cabe esperar que minimice en la medida de lo posible, las consecuencias sociales de ésta sobre los más desfavorecidos.

Lo que no sé si cabe esperar es que los principales actores económicos reflexionen en profundidad sobre el rumbo futuro. No se puede seguir así, consumiendo más de lo que producimos, importando más de lo que exportamos, construyendo más de lo que necesitamos, especulando en lugar de invertir y sosteniendo el insostenible “que inventen ellos”. La crisis nos plantea la oportunidad de rectificar.

La economía no es un casino ni un parque de atracciones. Una buena racha como la pasada no se volverá a ver en décadas. Por duro que sea para muchos, ha llegado la hora de crear, de trabajar, de asumir riesgos calculados, de conjugar la ambición con el esfuerzo, de actuar con lucidez y responsabilidad. Debió hacerse antes, pero nunca es tarde.

¿Necesitan un modelo? Ahí tienen el de siempre: Alemania. Y olvídense los liberales al ajoarriero: aquí no hay mano invisible que valga.

Sobre los precedentes

Es la economía, estúpido, pero... (I)

Es la economía, estúpido, pero... (y II)


2 comentarios:

Calderondelabarca dijo...

Excelentes artículos. Desde las vacas flacas a las víctímas de la mafia de los Antivirus. "El perro tendrá su día " acertó con la recomendación.

José Ramón San Juan dijo...

Gracias a ambos por tener en cuenta este blog. Intentaré seguir los vuestros en cuanto recupere mi lector de feeds.