Hugo Chávez y su partido tienen mucho que reflexionar tras el rechazo en referéndum de la reforma constitucional que proponían. La suya ha sido una derrota por la mínima ('pírrica' ha llamado Chávez a la victoria del no) pero de elocuencia política considerable e ineludible. "Nos venció la abstención", ha reconocido el caudillo bolivariano. Y no ha sido una abstención cualquiera, sino precisamente la de los suyos. No cabe hacer otra lectura a la vista de que en apenas un año ha perdido el voto de tres de los siete millones de personas que apoyaron su última reelección.
Es indudable que los 69 cambios propuestos para el texto de la Constitución venezolana, el más polémico de los cuales era la posibilidad de una presidencia vitalicia, inquietaban más de lo que seducían. La aceleración de la marcha hacia un socialismo bolivariano de perfiles indefinidos y consecuencias tan imprevistas como imprevisibles ha despertado incertidumbres que prueban que el apoyo a Chávez por parte de la mayoría del pueblo venezolano no es necesariamente incondicional.
No se le puede negar a Chávez un considerable éxito en el saneamiento económico del país. Un crecimiento de casi el 11% es un índice impresionante, envidiable y envidiado por todos los países del área latinoamericana y aún del mundo. El problema es que ese éxito en términos macroeconómicos dista mucho de serlo en términos de distribución social de la riqueza.
Paradójicamente, Chávez ha creado una promoción de nuevos ricos y ha fortalecido el poder adquisitivo de la clase media venezolana, pero ha fracasado en gran medida en su objetivo prioritario: redimir de la pobreza a las clases populares. Y esa constatación está pesando notablemente en el ánimo de quienes han venido apoyándole incondicionalmente desde 1999. Son los enemigos del chavismo y no sus seguidores los grandes beneficiarios de las reformas. Cruel sarcasmo.
Tampoco ha sido precisamente estimulante para el 'sí' a la reforma constitucional el tono agresivo que en las fechas más próximas a la convocatoria plebiscitaria le ha dado Chávez a su política internacional, con la ruptura de relaciones con Colombia y las amenazas a los intereses españoles, entre otras cosas. Unas ciertas dosis de nacionalismo patriotero pueden halagar los oídos de las masas ocasionalmente, pero la sobredosis, la paranoia conspirativa y aislacionista en la que el líder bolivariano se ha sumergido con insólita fruición, tienen un efecto perverso. Los venezolanos no contemplan con tranquilidad la perspectiva de que su país pueda acabar boicoteado, sometido a un embargo económico 'a la cubana' a causa de las veleidades de su presidente.
En definitiva, con su referéndum y sus actitudes Chávez ha creado, en tiempo récord, dudas e incertidumbres inéditas y éstas han conducido a una abstención cuyo mensaje no puede ser ignorado por el movimiento chavista y su líder.
Chávez está en su derecho de intentar rentabilizar sus éxitos, que, más allá de las críticas de sus enemigos internos y externos, son incuestionables, pero también ha de asumir sus fracasos y errores, que no son insignificantes. Ahora le ha llegado la hora de aceptar que, lejos de poder dar el 'salto adelante' hacia el socialismo personalista que parecía perseguir, debe centrarse en consolidar el capital político conseguido, fundamentalmente estructurando su movimiento como una opción política estable, de futuro.
Si lo hace bien ese movimiento político que tantas esperanzas ha generado en los desposeídos no será -como es de temer que ocurra una vez que Chávez deje la presidencia de la república- una anécdota más en la historia de Venezuela. Se convertirá en un referente de esperanza ineludible para cuantos reclaman el fin de las gigantescas diferencias sociales y la generalización de los beneficios del progreso. Esa es ahora la auténtica y más grave responsabilidad de Hugo Chávez y es preciso admitir que hay grandes dudas de que sea consciente de ello y esté a la altura de las circunstancias.
Lamentablemente, también existen profundas dudas de que la oposición responda adecuadamente a la responsabilidad que le compete tras su 'pírrica' victoria. Chávez les ha enfrentado expresamente a la evidencia de que pueden derrotarle por la vía democrática. Su boicot a las elecciones, su ausencia del Parlamento venezolano, es una irresponsabilidad que los partidos opositores deberían corregir de inmediato, así como sus planteamientos provocadores, golpistas y guerracivilistas.
Chávez les ha derrotado siempre democráticamente y democráticamente ha aceptado ahora su derrota. Eso es más de lo que se puede decir de quienes se le oponen.
Chávez en La Espiral: 1, 2, 3
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