Tal vez porque los referendos para la aprobación de la Constitución Europea están en el horizonte inminente, tal vez porque el rumbo económico está siendo severamente alterado por la inclusión de nuevos países en el furgón de cola y por el encarecimiento del euro en relación con el dólar, quizás por todo ello, el caso es que la UE está revisando a fondo aspectos esenciales de las que en épocas de mayor bonanza fueron definidas como metas irrenunciables de su política económica, que es la única política que, en un sentido estricto, se hace en el marco comunitario.
En poco tiempo se han tomado decisiones tan transcendentales como la flexibilización del Plan de Estabilidad, que ya habían incumplido impunemente sus principales promotores (Francia y Alemania), y la renuncia ‘de facto’ al sueño del pleno empleo en 2010, so capa también de la ‘necesaria’ flexibilidad.
Esa es la palabra mágica con la que la UE pretende afrontar los retos económicos de los próximos años: flexibilidad. Se trata de un término inquietante, pese a las connotaciones de racionalidad y suavidad que conlleva. Tras él se suele ocultar la ley de la selva, el sálvese quien pueda y el ande yo caliente..., cosas que no fomentan precisamente la unión, europea o no.
En el caso de la flexibilización del Plan de Estabilidad, el Banco Central Europeo (BCE) advirtió inmediatamente -y estérilmente- de los riesgos. La renuncia a limitar el déficit público de cada país al 3 por 100 del Producto Interior Bruto, como se exigía antes, amenaza con aumentar la inflación y ésta sería seguida de inmediato e irremediablemente por el aumento de los tipos de interés. Tal medida favorece, en principio, muy especialmente los intereses de Alemania, Francia y los nuevos socios, pero puede ser un desastre para España, donde el nivel de endeudamiento privado, al amparo de la bonanza económica, ha llegado a un extremo que podría ser suicida si se imponen las “vacas flacas”. El Gobierno español parece no tener nada que decir al respecto, o tal vez asume que sería inútil lo que dijera y prefiere guardar silencio para no despertar la inquietud interna.
En lo que concierne al empleo, el “retoque” del sueño del pleno empleo para 2010 implica una “flexibilidad” en cierta medida paradójica si comparamos su ‘filosofía’ con la que se aplica al Plan de Estabilidad. Si en éste se impone con firmeza inflexible la flexibilización, en lo que respecta al empleo se deja en libertad a cada país para que, con un horizonte de tres años, diseñe su propio programa para alcanzar tal objetivo. Tal medida se pretende compatibilizar (eso se afirma) con un plan a nivel comunitario. Ellos sabrán cómo pretenden alcanzar tal compatibilidad, pero a lo que suena es a renuncia. Como la zorra ante las uvas, la UE se dice a sí misma y sólo a sí misma que “no están maduras” mientras finge mantener el utópico objetivo. Como es bien sabido, la Europa social puede esperar. Lo primero es la económica.
Por supuesto, si algún país de la UE logra el pleno empleo en 2010 -cosa sumamente dudosa- no será España. Aquí el paro está asumido como algo estructural, una experiencia familiar y aparentemente ineluctable que nunca ha sido afrontada con un mínimo de seriedad, pese a que lesiona de modo gravísimo a la sociedad española y genera prácticas tan escandalosas como impunes.
La prueba de que España no va en serio contra el desempleo la dan los propios enunciados del ‘diálogo social’ que ahora se inicia bajo la inspiración y tutela del Gobierno. Se pretende que sindicatos y empresarios se pongan de acuerdo para lograr una cosa sumamente deseable, la reducción severa del desproporcionado volumen de contratos temporales (muy superior al de la UE), y otra extremadamente contestable, además de paradójica: la flexibilización de los contratos indefinidos. Tal ‘desideratum’, dados los precedentes 'pasteleros' y la domesticidad de unos sindicatos institucionalizados, cuya representatividad hace tiempo que es meramente virtual, puede convertirse fácilmente en una reducción mínima de los contratos temporales y en el final de los contratos indefinidos tal como han sido entendidos hasta ahora.
Para España el escenario puede ser de pesadilla a medio plazo, con una población castigada en su capacidad de consumo y ahorro por el engrosamiento de sus deudas, una competitividad reducida (si cabe más) por el encarecimiento de los costes productivos y la oferta extracomunitaria, el drástico recorte del ‘maná’ de los fondos comunitarios y un aumento notable de la precariedad laboral en términos reales.
Tal vez ha llegado el momento de que Zapatero descienda a la arena de la vida real y nos cuente qué es lo que ha soñado para evitar que en unos pocos años nos veamos con el agua al cuello. Cuando la UE retoca sus sueños y las nubes comienzan a hacer acto de presencia sobre esta Arcadia supuestamente feliz hay que meterse en la propia casa, arreglar los tejados para que no haya goteras y fortalecer paredes y cimientos para resistir cualquier riada. Todos hemos percibido el regreso al ‘corazón Europa’, muchos compartimos la conveniencia de una alianza de civilizaciones frente al “choque” que otros se empeñan en practicar. A no pocos nos gustaría, asimismo, una reforma constitucional que ponga fin a los pleitos territoriales... ¿Pero qué tal si empezamos a tomar medidas para minimizar los daños que, sin necesidad de ninguna bola mágica, son previsibles en un próximo futuro? ¿Qué habría de malo en decir: “señores, se avecinan malos tiempos y es el momento de tomar medidas”?
La economía y sus consecuencias sociales y no las sistemáticas insidias e intoxicaciones del PP pueden ser la Némesis de este Gobierno. Tiempo al tiempo. En economía, que no es precisamente su fuerte, nuestro presidente está en la línea Blair más que dentro de la ortodoxia socialdemócrata y éste, a su vez, en la de Thatcher, de triste recuerdo para los trabajadores de Gran Bretaña. Ya se sabe que los ‘socialistas’ están para lidiar con las crisis cíclicas mientras la derecha rentabiliza las bonanzas a favor de 'los suyos'.
Me pregunto qué futuro tendrán la sonrisa y el 'buen rollito' de nuestro presidente, que tanto obsesionan a Rajoy y Cia, cuando haya que coger el toro por los cuernos y tratar de salir triunfante e indemne, sin perder el favor del público.
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