La empresa farmacéutica estadounidense Pfizer, la mayor del mundo, ha sido condenada a pagar una multa record de 2.300 millones de dolares (1.617 mijllones de euros) por malas prácticas comerciales que de hecho constituyen un fraude e implican un riesgo para la salud. La sanción, pese a su extraordinaria importancia, no causará excesivo daño económico a la farmacéutica, que sólo con uno de los productos cuya funcionalidad había falseado -el antibiótico Zyrox- ha ingresado 1.000 millones de dólares.
La Administración de Alimentos y Drogas (FDA, por sus siglas en inglés) ha investigado extensamente las actividades de la compañía durante los últimos cuatro años y premiará a los médicos y abogados que han colaborado con ella para probar las escandalosas y criminales irregularidades cometidas en relación con el antibiótico mencionado, el analgésico Bextra, el antiepiléptico Lyrica y el antipsicótico Geodon.
El caso de este último medicamento es especialmente indecente. Aprobado para tratar la esquzofrenia y el desorden bipolar en adultos, los hombres de Pfizer promocionaron su uso, además, como eficaz contra la ansiedad y la agitación, así como adecuado para los niños. La farmacéutica ha tenido en su nómina a 250 psiquiatras infantiles de todo el país para conseguir sus propósitos.
La falta de escrúpulos parece presidir la filosofía empresarial de esta industria, que, precisamente por estar relacionada con la salud pública, tendría que mantener unas prácticas irreprochables, tanto en lo científico como en lo comercial. Lejos de ello, el lucro abusivo parece todo su objetivo.
La indiferencia de Pfizer ante los planteamientos deontológicos más elementales ya se había puesto de manifiesto hasta un punto estremecedor en Nigeria, donde, aprovechando una epidemia de meningitis, ensayó un medicamento en doscientos niños enfermos, sin permiso del Gobierno ni previa consulta con los padres. El balance de esa iniciativa fue de once muertos y numerosos niños afectados de discapacidades de por vida. Se ve que el doctor nazi Josef Mengele creó escuela.
Personalmente, todo lo dicho me parece más que suficiente motivo para rechazar los productos de Pfizer, cuyo logo vemos con frecuencia en TV. Pero también debe motivar una vigilancia especial respecto a otras poderosas empresas farmacéuticas que, aunque no lleguen a los extremos de la estadounidense, no rechazan asumir cierto grado de irresponsabilidad en el afán de competir con eficacia.
Ahora mismo existe un inquietante profármaco (*), el Oseltamivir, comercializado por Roche y Procaps respectivamente bajo los nombres Tamiflu y Tamivir, extensamente publicitado con ocasión de la gripe aviar en Asia y mucho más ahora, ante la gripe A. En España se ha prohibido su venta pública, que se disparó ante la histeria creada por la gripe A, decisión más que justificada si se tienen en cuenta los efectos adversos (ver aquí) de su administración documentados hasta la fecha.
Bienvenida sea la denuncia de la Organización Médica Colegial (OMC) -tardía pero eficaz- sobre el exceso de alarmismo creado en torno a la nueva gripe. Los médicos pueden y deberían ser el instrumento que ponga coto a los excesos de las farmacéuticas, pero no son pocos los que se dejan seducir por las presiones y estímulos de estas singulares industrias, más pendientes de engordar la cuenta de resultados que de garantizar la salud pública.
(*) Los profármacos, al contrario que los fármacos, no se dirigen directamente al mal, sino que se activan en el organismo mediante un proceso metabólico en el que el producto original se regenera.
1 comentario:
Hola, me gustaría invitarte a leer un artículo que he escrito sobre este tema, en el que he recopilado información de varias fuentes.
LA PRÓXIMA VEZ NECESITAREMOS MÁS MUERTOS
http://www.terceraopinion.net/2010/01/31/necesitaran-mas-muertos/
Un saludo.
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