16 octubre, 2008

Refundar la democracia (I)

Anoche, mientras Nicolas Sarkozy anunciaba pomposamente el propósito comunitario de llevar a la conciencia del mundo -y más específicamente de EE UU- la necesidad de 'refundar' el capitalismo, el índice Dow Jones de la bolsa estaodunidense experimentaba su mayor caída en más de dos décadas. Ciertamente, los mercados bursátiles no son la medida de todas las cosas, pero el perfil 'psico-emocional' que delatan sí es el espejo exacto de una situación netamente patológica.



Las bolsas -todas- son el termómetro de la desconfianza desatada en un sistema económico basado esencialmente en la especulación. La consideración del 'cuadro médico' (*) del paciente (índice Fibonacci del Dow Jones) evidencia que está pasando de un euforia enloquecida a una depresión profunda.

Esa gráfica muestra un crecimiento sistemático desde 2003 hasta comienzos de 2008. El incremento roza los 6.000 puntos y a nadie se le oculta que no responde en absoluto a los índices de crecimiento de la economía real ni a expectativas razonables de que éste se produzca. Se trata de especulación pura y dura, un fenómeno que duda levemente cuando se produce el fiasco de las hipotecas 'subprime' para emprender a continuación una disparatada escalada, tanto más paradójica cuanto la crisis de liquidez era ya una evidencia.

Los mercados bursátiles nos muestran la cara más descarnada y repulsiva de ese capitalismo que Sarkozy dice querer 'refundar', como si el egoísmo, la codicia, el fraude y la falta de escrúpulos que imperan en la jungla desregulada fueran modificables mediante una delicada intervención en el genoma de la avaricia.

Hay un hecho que parece escapárseles a nuestro cínicos y desprejuiciados políticos, cómplices objetivos de la debacle que se está desarrollando: no se puede corregir la naturaleza antisocial del capitalismo sin proceder antes a una corrección más viable, lógica y urgente: refundar (auténticamente) la democracia.

Cuando los gobiernos representan en mayor medida los intereses de la minoría opulenta que los de los ciudadanos cuya voluntad secuestran; cuando la representación de la pluralidad social y política de los estados se reduce artificialmente a Gobierno y Oposición (con frecuencia intercambiables); cuando es el erario público el que acude masivamente en ayuda de un sistema financiero -que en muchos casos debería ser denunciable de oficio- a costa del bienestar social presente y futuro lo que hay que refundar es esa sedicente democracia.

De otro modo, tras algunos años o décadas volverá a ocurrir lo mismo que ahora sucede y volverán a pagar justos por pecadores. Estamos ante un fraude recurrente e intolerable.

(*) Índice no actualizado.

Continuará

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