El prestigioso politólogo François Miquet-Marty, entrevistado en 'Le Monde', da una explicación del resultado de las elecciones locales celebradas ayer en Francia que tiene cierta gracia e invita a la ironía: "La parte del electorado que realmente ha querido castigar a Sarkozy sólo es el 37%".
¿Sólo el 37%? ¡Qué insignificancia!
Para Miquet-Marty hay un factor decisivo en el fiasco electoral de la derecha en estos comicios: el hecho de que los franceses -tan sabios a veces, tan torpes otras, al parecer- discriminan entre la política nacional y la local. Según él, las expectativas en el terreno nacional se centran especialmente en la economía y la seguridad, mientras en lo local priman cuestiones tales como el entorno o la vivienda y el llamado "fenómeno 'bobo'" (de 'bonhomme bourgeois') beneficia a la izquiera. ¿Qué es ese curioso fenómeno identificado en la sociología política gala? Sintéticamente: gente de derecha que vota a la izquierda según y cuándo.
Ocurre que la praxis muncipal de la izquierda francesa parece, en general, más satisfactoria que la de la derecha, hecho que no le pasa desapercibido al votante "bobo" (pronunciese bobó). Sucede que las corporaciones locales de la izquierda atienden más, al parecer, a lo que importa realmente al vecindario. Y eso pesa.
Pero por más que el castigo a Sarkozy se 'reduzca' al 37% a nadie se le oculta que su efecto en las elecciones ha sido devastador. El propio Miquet-Marty no se corta al diagnosticar la 'despresidencialización' de la figura del 'gran seductor', a quien hace apenas seis meses las masas 'adoraban'. "Sarkozy sufre -dice el politólogo- un grave déficit de credibilidad".
Lo contrario sería asombroso. Prometer y no dar tiene generalmente esa amarga consecuencia. Zascandilear de acá para allá sin aparente objeto no es propio de un presidente de la V República, Tener debilidad por la 'jet set' e imitar sus comportamientos arroja a cualquier político a la sima de la impopularidad. Encararse con los ciudadanos de a pie disconformes en plan barriobajero evidencia una falta de estilo que abochorna a propios y extraños.
Sarkozy es más conocido dentro y fuera de su país por sus devaneos mundanos y sus salidas de madre que por otra cosa. Eso a los franceses, inventores del chovinismo, no les gusta en absoluto.
El presidente de la república francesa está 'despresidencializado' por sus propias faltas y sufre un 'grave déficit de credibilidad' por su exclusiva culpa. Sin embargo "sólo" ha recibido un voto de castigo del 37% de los votantes. Qué raro, ¿no?
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