02 mayo, 2010

El periodismo 'imposible'

Nada podría ser más útil y conveniente para la ciudadanía española, en términos sociopolíticos, que una historia pormenorizada y objetiva de la evolución del periodismo español desde la Transición hasta la fecha. Esa es, desde luego, una obra imposible, al menos por ahora. Tan imposible como necesaria. Tan imposible y necesaria como el propio periodismo. De esa imposibilidad saben mucho los periodistas, pero son muy pocos los que lo cuentan y cuando lo hacen es para perpetrar un personalísimo ajuste de cuentas. Ese es, probablemente, el caso de José Antonio Zarzalejos, ex director de ABC, que relata su particular odisea en su obra "La destitución. Historia de un periodismo imposible". 'El País' publica un extracto cuya lectura es muy recomendable antes de continuar la de estas líneas.

La historia imposible y necesaria del periodismo español reciente nos hablaría del paso del minifundismo al latifundismo mediático, consecuencia de las necesidades de renovación tecnológica que excedían las posibilidades financieras de los pequeños periódicos; de la desaparición del criterio abierto y pluralista que caracterizó en casi todos los casos el periodo de la Transición; de la posterior vocación y voracidad multimediática de los grandes grupos resultantes de la reconversión; de las alianzas tácticas entre medios y partidos a cambio generalmente de regalías impropias y graves hipotecas de la independencia informativa... No es ésta precisamente una historia de honor y coherencia, nunca lo es una trayectoria tejida sobre la urdimbre de la ambición.

La coyunda 'contra natura' entre medios informativos y partidos -o simplemente personajes políticos- ha llevado a estos últimos, en demasiados casos, a interferirse y presionar hastra extremos inimaginables a los medios para ponerlos al servicio de sus intereses. Las injerencias y los chantajes son tanto más fuertes cuanto más torpe y ambicioso es quien las perpetra y más frágil o insegura la posición de quien los sufre. Eso es lo que le ocurrió a Zarzalejos con Esperanza Aguirre cuando aquél dio un golpe de timón a la linea errática, pasiva y seguidista de la histórica cabecera, monárquica y conservadora. El ex director de ABC, que no es precisamente un progresista, sí es una persona inteligente. Veía languidecer a su periódico, lastrado por una trayectoria previa de perfil bajo -cuando no simplemente inadecuado- y decidió reaccionar.

La reacción, destinada a 'centrar' el periódico en apoyo de una alternativa que potenciase a Ruiz-Gallardón y apoyase a Rajoy frente a las ambiciones de Esperanza Aguirre, incluía la crítica a los principales valedores de ésta, Pedro J Ramírez y Federico Jiménez Losantos. El cese de éste último fue incluso reclamado a la Conferencia Espicopal. La reacción del 'insultador' oficioso de España no se hizo esperar. Desde su 'púlpito' de la Cope el rey de los excesos verbales llamó a los compradores y suscriptores de ABC a boicotear a ese periódico. Y, lamentablemente, un número nada despreciable de ellos siguieron la consigna.

Tal situación se producía en un contexto político candente. Esperanza Aguirre, contando con la derrota de Rajoy en las elecciones. creía llegado el momento de asaltar el poder en el PP y contaba para ello con el apoyo de los aliados ya mencionados, pero creía lógico e imprescindible también el de ABC. Por las buenas o por las malas. "Mi distanciamiento de Esperanza Aguirre -escribe Zarzalejos- tuvo que ver con mi cercanía a Alberto Ruiz-Gallardón -que a ella le resultaba insoportable-, con mi repelencia hacia los comportamientos de algunos de sus más estrechos colaboradores, con mi negativa rotunda a entrar en la coral que admiraba las políticas rotundas y tantas veces toscas y desafiantes de la presidenta de la Comunidad de Madrid y con su complicidad con Federico Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez."· (...) "Esperanza Aguirre sabía que en ningún caso Abc, bajo mi dirección, favorecería su liderazgo en el PP si Mariano Rajoy fracasaba", aclara.

El extracto de 'El País' no detalla cómo fue posible que el grupo Vocento le entregase a Aguirre la cabeza de Zarzalejos ni por qué esa decapitación fue seguida de inmediato por el desembarco en ABC de supuestos salvadores procedentes de 'La Ra zón', donde habían recalado de la mano de Anson cuando este abandonó la dirección del diario monárquico. Aquello fue surrealista y merecerá la pena conocer el detalle de la singular 'operación de comandos' si Zarzalejos da sus previsiblemente sabrosos detalles en su libro.

Cuando esto sucede, a comienzos de 2008, había habido grandes diferencias en el Consejo de Administración de Vocento, una lucha por el poder de motivaciones nunca esclarecidas que tuvo como consecuencia la salida, con una fuerte indemnización, del consejero delegado Belarmino García tras sólo siete meses en el cargo. El vuelco posterior apartaría del Consejo a Alejandro Echevarría, segunda víctima, tras Bergareche, de la división en el núcleo duro integrado por las familias vascas que habían formado y gestionado con éxito el original Grupo Correo.

Es en ese contexto -cuando el grupo no sabía dónde tenía la mano derecha- cuando se produce la destitución de Zarzalejos por decisión de los nuevos gestores de Vocento: el consejero delegado, José Manuel Vargas y el presidente, Diego del Alcázar. Pero antes de eso Zarzalejos ya sabía que su suerte estaba echada. Lo supo cuando Rajoy, en un juicio salomónico destinado a quitarse problemas con Esperanza Aguirre y sus perros de presa (una actitud muy característica suya), decidió que Ruiz-Gallardón no figurase en las listas de las elecciones generales. La lideresa había ganado. Fue una victoria pírrica porque, pese a que Rajoy perdió las elecciones, como ella esperaba, el PP rechazó concederle a ella la confianza que reclamaba.

El resto es historia, una historia más bien triste cuyos orígenes no sé hasta qué punto detallará Zarzalejos en su libro. Todo dependerá de hasta qué punto se sienta liberado e impune frente al grupo al que siempre sirvió lealmente. Habrá que leer el libro para saberlo. En cualquier caso, lo que cuente no podrá sorprender a quienes sabemos hasta qué punto la información y la opinión de los medios -siempre sedicentemente independientes- están condicionadas por factores externos y espureos.

¿Crisis de la prensa? Por supuesto. No sólo hay crisis de confianza en los políticos.



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