19 octubre, 2009

Tecnología frente al 'ojo de buen cubero'



Colorín colorado, el cuento se ha terminado. Gracias a la empresa Lynce y a la agencia EFE, que ha contratado sus servicios, la asistencia a la manifestación antiabortista del pasado sábado en Madrid ha quedado establecida en 55.000 personas. La organización había multiplicado esa cifra casi por cuarenta (dos millones de asistentes) e incluso la estimación policial más modesta había errado considerablemente al estimar el número de asistentes en 250.000.

Termina el predominio aleatorio del ‘ojo de buen cubero’ bajo el imperio y la fiabilidad de la tecnología. Lynce, para hacer su estimación, se ha basado en un sistema informático que ha analizado 300 fotografías del multitudinario acto de Madrid tomadas cuando la cabecera de la protesta había llegado al final del recorrido. El programa permite incluso dar un número a cada manifestante en las fotos. El único problema, desde el punto de vista periodístico, es que la estimación sólo pudo ser conocida al día siguiente.

Con menos tecnología, sin embargo, los chicos de ‘El Manifestómetro’, utilizando en esta ocasión a sólo dos miembros de su equipo ‘histórico’, habían estimado la asistencia entre 48.000 y 73.000, lo que demuestra que aproximarse a la verdad es más bien una cuestión de propósito en estos casos. Con menos medios pero bases de cálculo adecuadas también es posible poner en su lugar las concentraciones humanas, cuya densidad tiende sistemáticamente a exagerarse.

Es muy positivo poder contar finalmente con un instrumento de base científica, como el del Proyecto Lynce, para poder situar en su auténtica dimensión todo tipo de manifestaciones y concentraciones a las que sus organizadores pretenden dar un carácter plebiscitario.

De lo multitudinario a lo gigantesco existe una enorme diferencia; como entre lo cierto y lo falso; como entre la afirmación de que la ampliación de la ley del aborto divide a los españoles y la evidencia de que esa división no es tan grande ni alarmante como se quiere hacer creer.

Manifestarse puede servir como catarsis para ciertos colectivos y organizaciones minoritarias, pero la democracia no se ejercita en las calles ni unas decenas de miles (ni siquiera dos millones) de personas pueden pretender que su acción sea otra cosa que lo que es: la expresión de un estado de ánimo y/o de opinión.

Las encuestas, pese a su discutibilidad, son más expresivas acerca de los estados de opinión reales que los eslóganes gritados en la calle a favor de la vida (como si alguien defendiera la muerte, como Millán Astray) y en contra del Gobierno. La encuesta más reciente, promovida en mayo por el Ministerio de Igualdad, concluye que el 87% apoya la necesidad de una nueva ley que regule la interrupción voluntaria del embarazo y el 80% es partidario de que la decisión quede en manos de la mujer afectada.

Desde que el PP está en la oposición venimos asistiendo a una ya larga secuela de manifestaciones, con o sin apoyatura episcopal, que no parecen ser otra cosa que un ejercicio poco edificante del ‘recurso al pataleo’, una reacción infantil e inútil. Esperemos que el sistema Lynce desaconseje esa tendencia a tomar la calle y mentir escandalosamente sobre el éxito de la convocatoria. Paciencia y a votar cuando llegue la hora.

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