01 octubre, 2009

China y Occidente, una relación privilegiada

Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros. Groucho Marx


“Hoy una China socialista se mantiene firmemente en pie en el Este, cara a la modernización, al mundo y al porvenir”. Eso ha dicho el presidente Jian Zemin con ocasión del 60 aniversario de la revolución maoísta, hoy transformada en un teórico socialismo marxista compatible -para universal sorpresa- con el mercado libre.

La efigie de Mao ha presidido los actos en Tiananmen, grandilocuentes, autosatisfechos y extremadamente paranoicos en lo que concierne a las medidas de seguridad, tan gigantescas como la propia demostración cívico-militar que ha tenido como escenario la plaza en la que murieron al menos mil jóvenes durante las protestas contra la corrupción y por la democratización que se desarrollaron en 1989.

La primera potencia demográfica y segunda potencia económica del mundo ha vuelto a dar un ejemplo superlativo de su peculiaridad, pero ha invitado al pueblo a ver los actos por televisión, mientras el lugar del acto se llenaba con una mínima parte de los 70 millones de militantes del PCCh. Ying y Yang, conciliación de contrarios, pragmatismo de sonrisa y estacazo.

China seduce tanto como inquieta. Nadie sabe cómo va a terminar este singular experimento que cuantos más años pasan menos se parece a nada que pueda ser considerado como democracia. La larga marcha hacia el socialismo ‘a la china’, en cualquier caso, tampoco tiene muchas probabilidades de concluir en algo parecido al socialismo llamado 'real'.

Por el momento, China ha obtenido un amplio margen de tolerancia o, mejor dicho, de indulgencia por parte de Occidente. No es ninguna novedad, por supuesto. Desde que en fechas ya remotas el gigante chino puso fin a su relación fraterna y dependiente con la URSS cuenta con un trato especial. Hace ya 37 años que el presidente Nixon rompió el hielo con su visita y desde entonces el otrora denominado ‘peligro amarillo’ es visto como un gigante básicamente amistoso.

Occidente tiende a ignorar las vulneraciones de los derechos humanos, la inexistencia de la libertad de expresión o las amenazas y agresiones a países vecinos. China recuperó Hong Kong y Macao y acabará recuperando materialmente Taiwán cuando lo considere oportuno. Así son las cosas. Aquí, haga lo que haga China, no se contempla ningún embargo, sanción o boicot.

Cinismo por cinismo y pragmatismo por pragmatismo no cabe la menor duda de que Occidente no tiene nada que envidiar a China en la materia. Para Occidente lo esencial es que el último gigante ‘comunista’ es un magnífico mercado de 1.300 millones de personas con creciente capacidad de consumo y una mano de obra tentadoramente barata para las multinacionales.

Los principios de Groucho rigen la filosofía occidental tanto como la china. Occidente puede decretar el embargo a la mísera Cuba (de hecho Obama lo ha prorrogado por una año, pese a su ‘talante’), pero se tentará la ropa hasta hacérsela pedazos antes de matar a la gallina de los huevos de oro china, que juega con las reglas del enemigo sólo hasta donde le conviene y como lo juzga oportuno en cada momento.


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