Cada día se hace más difícil escribir desde la ineludible melancolía que produce constatar que, poco a poco pero implacablemente, van desapareciendo valiosos referentes individuales de dignidad y coherencia que han aportado a nuestras vidas una tenue luz de esperanza y -frente a tanto fracaso y tanta traición- un bálsamo contra la soledad y la frustración.
Por eso, más que escribir sobre Mario Benedetti, fallecido ayer, a los 88 años, en Montevideo, quiero que sean sus versos los que hoy nos hablen desde su alegría de vivir, enarbolada frente al balance apabullante del dolor, y su nunca desmentida esperanza antropológica, afirmada a despecho de las fatales evidencias de nuestro tiempo.
DEFENSA DE LA ALEGRÍA
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.
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POR QUÉ CANTAMOS
Si cada hora viene con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no son los buenos aires
la vida nada mas que un blanco móvil
usted preguntará por qué cantamos
Si los nuestros quedaron sin abrazo
la patria casi muerta de tristeza
y el corazón del hombre se hizo añicos
antes de que explotara la vergüenza
usted preguntará por qué cantamos
Cantamos porque el río esta sonando
y cuando el río suena, suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino
cantamos porque el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos
Si fuimos lejos como un horizonte
si aquí quedaron arboles y cielo
si cada noche siempre era una ausencia
y cada despertar un desencuentro
usted preguntará por qué cantamos
Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza
cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota
Cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo, en aquel fruto,
cada pregunta tiene su respuesta.
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CREDO
De pronto uno se aleja
de las imágenes queridas
amiga
quedás frágil en el horizonte
te he dejado pensando en muchas cosas
pero ojalá pienses un poco en mí
vos sabés
en esta excursión a la muerte
que es la vida
me siento bien acompañado
me siento casi con respuestas
cuando puedo imaginar que allá lejos
quizá creas en mi credo antes de dormirte
o te cruces conmigo en los pasillos del sueño
está demás decirte que a esta altura
no creo en predicadores ni en generales
ni en las nalgas de miss universo
ni en el arrepentimiento de los verdugos
ni en el catecismo del confort
ni en el flaco perdón de dios
a esta altura del partido
creo en los ojos y las manos del pueblo
en general
y en tus ojos y tus manos
en particular.
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NO TE SALVES
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora,
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
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TE QUIERO
Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice, y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada;
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.
Tu boca que es tuya y mía,
Tu boca no se equivoca;
te quiero por que tu boca
sabe gritar rebeldía.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Y por tu rostro sincero.
Y tu paso vagabundo.
Y tu llanto por el mundo.
Porque sos pueblo te quiero.
Y porque amor no es aurora,
ni cándida moraleja,
y porque somos pareja
que sabe que no está sola.
Te quiero en mi paraíso;
es decir, que en mi país
la gente vive feliz
aunque no tenga permiso.
Si te quiero es por que sos
mi amor, mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
DESAPARECIDOS Mario Benedetti - Daniel Viglietti
(*) La muerte del periodista y amigo Javier Ortiz el pasado 28 de abril me sorprendió metido en la batalla final de una larga guerra cuyos sórdidos detalles no hacen al caso (tal vez los dé algún día, cuando toque hablar del periodismo y sus miserias). Como consecuencia, no tuve ni el tiempo ni el estado de ánimo adecuado para escribir sobre él. Javier fue uno de los referentes a los que aludo en el primer párrafo y dedicarle este post es un tributo muy insuficiente, que será preciso ampliar. Por alguna razón, más bien obvia, la muerte de Benedetti y la suya se han asociado en mi mente. Ambos fueron resistentes insobornables, defensores de las libertades y del progreso moral y material de la Humanidad. Ambos afrontaron la acusación de parcialidad, formulada desvergonzadamente por los falsos 'neutrales' y 'objetivos', y ambos han dejado un rastro de luz en todo lo escrito que constituye una invitación implícita a no ser cómplices mudos de las fuentes del horror.
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