Decía Rajoy que había ganado el debate sobre el estado de la nación "por goleada". Sabía entonces -como lo sabíamos todos- que el CIS sólo tardaría unos pocos días en proporcionar los datos sobre la acogida que el desarrollo de dicho debate había tenido realmente en la opinión pública, pese a lo cual no pudo resistirse a echarse un farol de los suyos, tan pretencioso como falso.
Los 23 puntos de diferencia que el Centro de Investigaciones Sociológicas apunta a favor del presidente del Gobierno son menos de los habituales, pero confirman, sin relativización posible, la falta de liderazgo en la derecha y, lo que es peor, la elección por parte del PP de una estrategia equivocada, que además es la de siempre: la tunda.
No importa el temario y apenas importa la argumentación que Zapatero formule. De lo que se trata es de darle más palos que a una estera y presentarlo como un torpe, un inútil, un irresponsable y -por supuesto- como un mentiroso (por aquello del "llámaselo antes de que te lo llame" con mayor motivo).
Aparentemente Rajoy y sus asesores han decidido ignorar las abundantes evidencias acumuladas de que ese no es el camino y han afrontado el debate sobre el estado de la nación como la ocasión idónea, crisis económica mediante, para clavar todas las agujas disponibles en el muñeco de vudú en que han decidido convertir al presidente del Gobierno, su bestia negra, el hombre que -según su versión para fieles creyentes- les echó de La Moncloa con malas artes.
Tras achacarle durante meses la responsabilidad de una crisis económica, que hasta el menos informado de los españoles sabe que es global (las noticias que se publican hoy sobre las economías de la zona euro son irrefutables al respecto), ahora le atribuyen la falta de medidas para combatirla y le exigen una rectificación, evocando la realizada en su día respecto a la política antiterrorista, como si ésta se hubiera realizado a instancias del PP y no como consecuencia del atentado contra la T4 de Barajas, que se saldó con dos muertes y abortó abruptamente toda posibilidad de diálogo.
Es inútil. Con todos sus defectos o carencias, Zapatero acumula frente a Rajoy un plus de credibilidad y responsabilidad que éste se ha mostrado incapaz de invertir, pese a (o a causa de) todas las truculencias, intoxicaciones y mentiras rampantes acumuladas durante más de cinco años.
Para colmo, la postura de Rajoy y su cúpula respecto al 'affaire' de los trajes de Camps y de su 'numero 2' en la Comunidad Valenciana pone de manifiesto, a la vista de todos, propìos y extraños, la existencia de un doble rasero a la hora de tratar a unos u otros imputados en el vistoso 'caso Correa', según quién sea y dónde esté el presunto réprobo. Si está en Madrid y no ocupa un cargo muy sensible se le suspende de militancia; si está en Valencia y es la cabeza visible en el partido y en el poder político se le cubre bajo el púdico manto de la presunción de inocencia e incluso se sugiere piadosamente su martirologio.
Ahora ya no es Garzón. Ya no se puede interponer como objeción invalidante la supuesta "enemistad manifiesta del juez"; ahora el ministro conspirador con el que el juez coincidió en una cacería ha dimitido, dando un ejemplo del que el PP no ha tomado ni tomará nunca nota. La imputación está confirmada. ¿Cuál es el obstáculo para que se rinda a los ciudadanos el respeto debido? El interés partidista. Rajoy no quiere que al deterioro del potencial electoral del PP en Madrid se sume el de la Comunidad Valenciana. Ambos son los bastiones fundamentales del partido.
Que la corrupción política indigna a los ciudadanos y que esa indignación crece hasta la exasperación en unas dramáticas circunstancias de crisis económica a Rajoy y a los suyos les tiene sin cuidado. Ellos parecen seguir confiando, ahora más allá de lo razonable, en que ese 'totum revolutum' de ultraderecha, derecha y centro-derecha que les ha venido apoyando indesmayablemente en las urnas siga haciéndolo aunque caigan chuzos de punta.
Mientras tanto, las ambiciones frustradas de Rosa Díez, en su día candidata a la secretaría general del PSOE y hoy cabeza visible de una opción centrista, se refocilan ante la perspectiva de que su pequeña pero 'prometedora' UPyD se convierta en banderín de enganche para una legión de militantes del PP crecientemente hartos de caminar hacia ninguna parte dirigidos por alguien que, en su empeño por conciliar contrarios, ya no sabe ni quién es ni cómo ir a donde se supone que quiere llegar.
¿Lo sabe UPyD? A la vista de este video de autopromoción nadie lo diría.
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