14 diciembre, 2004

Bambi ha muerto


Tomen nota de la fecha: 13 de diciembre de 2004. Bambi ha muerto. Al ingenuo cervatillo, ridiculizado hasta la saciedad por la derecha, tanto desde el poder como desde la oposición, le ha crecido una poderosa y ramificada cornamenta adulta, con la que, sin perder la compostura, ha hecho astillas el edificio de mentiras e insidias tejido por el PP para albergar intacta a su sagrada divinidad, José María Aznar, y dar cobertura de credibilidad a quienes fueron sus principales cómplices y fieles acólitos: Acebes y Zaplana.

Ayer, durante casi quince horas, Zapatero demostró al Partido Popular que, más allá de su escarnecido 'talante', tiene madera de líder, ideas claras y un surtido arsenal de recursos para responder proporcionadamente, pero sin exaltarse ni descender al insulto, a la dureza con la que se le viene cuestionando.
Frente al enrocamiento en el no (su concepto predilecto) y a las gravísimas e inverosímiles insinuaciones que Aznar planteó en su comparecencia ante la comisión de investigación del 11-M, el presidente aportó datos fiables, coherentemente engarzados, para sostener tres afirmaciones esenciales y desmontar el tejido de insidias: que el Gobierno del PP perpetró un engaño masivo desde la tarde del 11-M para sostener contra toda evidencia la autoría de ETA; que la banda terrorista vasca no tuvo nada que ver con los atentados y que, tras perder las elecciones, el Partido Popular viene desarrollando una campaña de confusión masiva para salvar la cara.

Todo indica que la comparecencia de Zapatero le ha hecho mucha 'pupa' al PP. Eso explicaría el furioso ataque de Zaplana ya avanzada la noche de ayer. Alguien (adivinen quién) debió llamarle al móvil para ordenarle algo como "saca el hacha, que nos está ganando por goleada". Las comparecencias televisadas tienen esa cruz singular para quienes están acostumbrados a la cómoda seguridad de que al día siguiente la prensa leal les dará como ganadores independientemente de lo que haya sucedido. Cuando todo el mundo puede verlo no hay demasiado lugar para la manipulación y hasta la prensa más vergonzante se acuerda de la vergüenza de sus lectores.

Ciertamente, una democracia sólida no debería precisar ordalías públicas como las escenificadas cara al público en las comparecencias de Aznar y Zapatero. El problema es que un sistema democrático en el que el partido gobernante, en circunstancias muy críticas para la nación, miente por motivaciones exclusivas de interés partidista entra en una grave crisis de credibilidad. Cuando ese partido, castigado ya por la ciudadanía, sostiene desde la oposición el infundio original y suma a él una catarata de insidias sin fundamento la situación se agrava y la tensión llega a ser intolerable. Tal vez por ello era preciso que Zapatero dejara de ser el inocuo Bambi sonriente que el PP gusta de caricaturizar. Para contar las verdades del barquero hay que ponerse muy serio y muy firme.

Ahora la cuestión es saber si, tras el previsible cierre de la comisión, se van a cerrar también, definitivamente, las heridas de marzo. Todo depende del PP, supuestamente muy interesado en que la comisión siga abierta para que se sepa "toda la verdad" (!). En la calle Génova tienen la delicada responsabilidad de decidir si en el futuro van a ser la leal oposición o la desleal insidia permanente. Ellos, que se pretenden los defensores únicos de una España que sólo está en su imaginario, deberían considerar que la España real, la que integramos todos los ciudadanos, incluidos quienes no les votan, afronta un futuro que exige compromisos y consensos que no pueden ser abordados desde el no sistemático ni con la obstrucción y la bronca como estrategia única.

¿Estarán a la altura del desafío? Es de temer que no. Al menos mientras tengan a José María Aznar como deidad principal y, sumergidos en sus rencores, olviden que son (hoy más teóricamente que nunca) el centro-derecha político. Sería muy fácil decir "allá ellos" ignorando que, en realidad, esta sociedad necesita urgentemente que el Partido Popular renuncie al delirante rumbo de abordaje y zafarrancho que ha adoptado. Lo necesita para superar la inédita y estéril división que el PP alienta con imprudente e irresponsable celo.


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