Si algo puso de manifiesto la extremadamente larga y reiterativa comparecencia de Aznar ante la comisión de investigación del ataque del 11-M -aparte de la absoluta inanidad de la propia comisión- es quién dirige realmente el Partido Popular en estos días, quién genera sus insidiosas estrategias, quién lo mantiene anclado en tres días aciagos de marzo, quién insiste en la revancha contra la derrota electoral y no renuncia a ningún recurso intoxicador o manipulador, a ninguna mentira útil, para lograr ese fin; quién, en fin, involuntariamente justifica hasta más allá de lo expresable la derrota del PP y ha sembrado y sigue sembrando destructiva cizaña en el terreno político hasta convertirlo en un impracticable erial para sus propios intereses.
No voy a entrar a fondo en los ejes de la “histórica” comparecencia (“¡Oh cielos, un ex presidente del Gobierno ante una comisión de investigación! ¡Esto sí que es democracia!”, sostiene la beatería). Hacerlo sería dar crédito a un insostenible guión de política-ficción para consumo exclusivo de creyentes. El Mundo, La Razón y ABC ya han hecho la exégesis devota del vómito, mientras El País, El Periódico y La Vanguardia lo han analizado desde el punto de vista patológico. Esa es su misión. Sus lectores probablemente quedarían decepcionados si no lo hubieran hecho del modo que lo han hecho.
Yo no dependo de índices de venta ni soy un columnista estabulado. Y tampoco estoy de humor hoy para hacer chacota a costa de la mediocridad y la indecencia política. Por eso en esta breve “Espiral” quiero ir más allá del 11-M y del 14-M y centrarme en lo que me parece más revelador de la comparecencia del ex presidente del Gobierno: la evidencia abrumadora de que sigue siendo él quien mueve los hilos del Partido Popular. No es Aznar quien se ha ajustado a un guión prediseñado por su partido. Es justamente al revés.
El reciente “hallazgo” realizado por Zaplana de que el 11-M es “un golpe teledirigido”, inmediatamente rubricado por Acebes, es en realidad la ‘preparación artillera' ordenada por Aznar para sostener la insidia de que los ‘autores intelectuales’ no se hallan en desiertos o montañas lejanas. Y lo mismo ocurre con la permanente defensa de la “conexión ETA”, avalada además por la insistente campaña de El Mundo en ese sentido. Es Aznar quien manda y Acebes y Zaplana siguen siendo sus lugartenientes predilectos. Como él mismo mienten con absoluta impavidez. ¿Y Rajoy? Una ridícula marioneta que baila al son que toca el trío.
El Gobierno puede estar tranquilo. Si alguna virtud tienen Aznar y su cohorte de desinhibidos y cínicos ‘neoconservadores’ es movilizar los votos que las derivas del PSOE e IU habían conducido a la abstención. La divisa es clara: cualquier cosa menos estos otra vez.
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