26 noviembre, 2004

Noticia del revuelto gallinero

El pasado día 4 hice una pequeña alusión a la reacción de la ‘Brunete mediática’ española ante la victoria de Bush, pero el núcleo del artículo lo constituía el análisis de esa victoria y de la situación en que se inscribía dentro de la política interior y exterior de Estados Unidos. Ahora toca hablar directamente del corral español, en el que proliferan las gallinas espeluznadas que cacarean histéricas “¡Moratinos dimite, el gallinero no te admite!”

Al neoconservadurismo ibérico al ajoarriero Moratinos no le gusta un pelo y desde el mismo día de la victoria de Bush señaló la cabeza del ministro de Exteriores como pieza a cobrar para exhibir en la vitrina -aún vacía- de la “vendetta” por la ‘injusta’ derrota electoral del 14-M. Son los mismos que callaron prudentemente ante la incompetencia del brazo disléxico de la política exterior de Aznar, aquella patética Ana Palacios a la que se le iba la olla cada sí y cada no, seguramente a causa del lamentable papel que su jefe le asignaba cuando no decidía sustituirla directamente para hacer él personalmente el ridículo actuando como taburete reposapiés del emperador de Occidente. Y son los mismos que, contra todo pronóstico, no hicieron el más mínimo comentario sobre el ‘arresto peninsular’ del Rey, pomposamente sustituido en la representación exterior del Estado por “el presidente de la república española” (Jeb Bush dixit). ¡Qué pestazo a banana pasada de fecha!

Ahora, tras la alusión del “rojopeligroso” responsable de la política exterior al papel de Aznar en la intentona golpista contra el presidente de Venezuela -elegido, por cierto, por su pueblo, le guste y convenga o no a quien sea-, la ‘derechona’ y sus 'cagatintas' se han rasgado farisaicamente las vestiduras y claman por el cese del ‘falsario’ bajo la amenaza de abandonar su colaboración (¡sic!) con el Gobierno. Si por colaboración se entiende la proliferación cotidiana de insidias y las sistemáticas críticas destructivas, en las que son especialistas los ‘hermanos Malasombra’ del aznarato (Acebes y Zaplana) o las alusiones del inefable Rajoy a la ‘sonrisa estúpida’ de Zapatero el Gobierno tiene motivos para congratularse.

El PP y sus corifeos mediáticos gustan de presentar al Gobierno como rehén impotente y sin ideas de los grupos que le apoyan en el Parlamento. Eso en política interior. En la exterior lo dibujan aislado, devaluado y torpe. Sus “imprudentes” desafíos al alcázar judicial o al santuario eclesial son descritos casi como signos de locura. La cosa es alarmar gratuitamente, no porque ello vaya a convencer a nadie que no esté previamente convencido o tienda a estarlo sino precisamente para mantener esa ‘clientela’, sobre todo a la no pequeña franja ‘ultra’ que disfruta enormemente el espectáculo del golpe bajo, el navajeo, el insulto y la bronca permanente y rechaza toda posibilidad de colaboración con los “rojos”.

Como el papanatismo nacional precisa de una cierta apoyatura internacional, el hecho de que Bush no se ponga al teléfono o de que el Wall Street Journal (el mismo medio en el que Aznar vertió sus efusivos elogios a Bush en vísperas de las elecciones americanas) se cebe en Zapatero con argumentos que parecen salidos de la sede de la calle Génova o de la caverna de la FAES son recibidos como confirmación irrefutable de que el Gobierno va -con perdón- de culo y contra el viento. Todo está mal: ese es el corolario. Y por supuesto, el PP lo haría mucho mejor. Aznar, con su prosa colegial, lo habría expresado con elocuencia insuperable: “Zapatero, cero patatero” o “Váyase, señor Moratinos”, “Váyase, señor Moratinos”, "Váyase...” (ad infinitum).

El partido del errequeerre; el que habla catalán en la intimidad; el que no tiene lo que hay que tener para decirle al presidente fundador “váyase, señor Fraga”; el que mete la cabeza bajo el ala ante los excesos del alcalde de Ponferrada o el de Toques; el que llega a las manos por una urna; el que cree que la mejor política exterior es la que convierte al Estado en mercenario de tercera de un imperio agresivo y depredador; el que miente a la ciudadanía sobre la autoría del más grave atentado de la historia de Europa y es derrotado no por el atentado, sino por la mentira; el que aplaude a su ex presidente cuando, deslealmente, ataca en el extranjero al Gobierno de su país... Ese partido cree que no hay mejor defensa que un sistemático y demoledor ataque al Gobierno “accidental” (según el Wall Street Journal) de España.

Lo llevan mal, muy mal, tal vez porque en su fuero interno creen que el poder les pertenece por derecho natural y pensaban que, tras la larga travesía del desierto que supuso para ellos la instauración de la democracia, era fácil mantenerse en el machito una vez reconquistado. Su arrogancia y -más que eso- el temor a generar divisiones internas les ha llevado a eludir toda autocrítica y evitar el más mínimo replanteamiento de la estrategia destructiva de quien les condujo al triunfo, olvidando que aquel éxito no se debió a mérito propio alguno, sino a demérito ajeno (la degradación progresiva del felipismo).

Con esos planteamientos es más que dudoso que puedan retomar el poder en breve plazo, como pretenden. Muchos errores (reales y graves) tendría que cometer el Gobierno para que regresen quienes han demostrado que no eran dignos de estar. Somos muchos lo que -sin aplaudir incondicionalmente a este Gobierno “accidental” y conscientes de sus deficiencias- creemos que España ha ganado con el cambio y esperamos que ese cambio avance y se profundice para construir una sociedad más racional, dialogante y democrática.

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