02 febrero, 2004

El corto viaje de la mentira

Las mentiras viajan largos años y nunca llegan
pero la verdad aconseja que es mejor
decir la verdad y después morir.

Proverbio yóruba

Greg Dyke, el director general de la BBC, dimitió, pero la renuncia, lejos de conllevar su autorreducción al silencio, le ha dejado las manos libres y la lengua suelta para poner en su sitio la realidad y quién sabe si no acabará también situando en su lugar descanso (fuera del poder) a Tony Blair.

Tal vez si el Consejo de la BBC no se hubiera mostrado tan inflexible con Dyke (órdenes son órdenes, supongo) a raíz de la difusión del peculiar "informe Hutton" las cosas serían diferentes. Dyke seguiría en su puesto, tratando de salvar los muebles de la BBC y contemporizando con el intransigente inquilino del 10 de Downing Street, y cada cual estaría ahora barajando sus cartas a la espera de mejor fortuna.

Pero no ha sido así y Dyke, que no se ha ido precisamente porque haya querido o porque admita haber cometido un grave error, se ha despachado denunciando presiones sistemáticas e incluso intimidación por parte del entorno del primer ministro y de éste mismo. El ex director general ha dado a conocer una carta que él remitió a Blair en relación con esas ingerencias pero ha silenciado el contenido de la que Blair le remitió a él, digamos que en términos algo impropios. Queda en la recámara.

Es significativo que hoy, después de que Bush asuma la conveniencia de que una comisión independiente (?) estudie el envenenado asunto de las armas de destrucción masiva (ADM en lo sucesivo) que nunca existieron, también Blair empiece a templar gaitas y admita que existen "dudas legítimas" sobre su existencia. Supongo que cuando ambos, de mutuo acuerdo, fabricaron la gran mentira que condujo al gran error de la guerra de Irak, padre putativo de todos los peligrosos errores que vendrán si no se rectifica ya, no imaginaban que llegase el infausto día en que la verdad les perseguiría hasta las cuerdas y amenazaría con noquearles y dejarles groggies de por vida.

Mientras tanto, el impertérrito Aznar, el tercero de la "conspiración de las Azores", no dice nada -al menos no ha dicho esta boca es mía hasta esta hora-, pese a que Rodríguez Zapatero le ha metido los dedos hasta la campanilla a la luz de la marcha atrás de sus colegas de farra. Pero es bien sabido que este buen hombre sólo responde ante su dios y sólo en el caso de que éste le "eche" una instancia. Él se considera por encima del bien y del mal. Además, como se va...

Lo cierto es que, sin la presión mediática, apoyada en este caso por el rechazo popular a una guerra cuya necesidad y conveniencia eran mucho más que dudosas desde el mismo momento en que se planteó, no habría llegado este día, en el que los bucaneros, aunque no se rinden, recogen velas para evitar que el viento de la verdad se transforme en huracán y les conduzca al naufragio.

Blair admite que hay dudas legítimas y yo diría que las dudas, fundadas o no, siempre lo son, pero ¿se puede atribuir alguna legitimidad a las mentiras? En absoluto. Quien desde el poder miente al pueblo que le otorgó su confianza no merece ni regresar a su nivel. Quien además, como en el caso lamentable de la BBC, pretende ilegítimamente silenciar a quienes intentan dilucidar la verdad o lleva al suicidio (en el mejor de los casos) a quien la pronunció merecería un castigo mucho mayor, de dimensiones clásicas, como tomar cicuta o cortarse las venas en la bañera. Sin embargo, seguramente quedará sin un castigo suficiente (hay precedentes), salvo que se lo inflija su propia conciencia.

Si la hubiere.

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