31 enero, 2004

"... Y sé todos los cuentos"

Yo sé muy pocas cosas, es verdad.
Pero me han dormido con todos los cuentos...
Y sé todos los cuentos.

LEÓN FELIPE

Decíamos ayer... Pero hoy se puede ver mucho más claro que una cosa es vencer y otra muy diferente (y mucho más difícil y necesaria) es convencer. El elocuente vendemotos y trapisondista Tony Blair -con la generosa ayuda del juez Hutton- es el vencedor oficial en el "caso Kelly", pero los sondeos revelan que la población británica alberga severas dudas sobre su inocencia y honestidad. Así pues, la suya ha sido una victoria pírrica e incluso ridícula.

Las verdades oficiales no son nunca la verdad sobre las cosas a las que se refieren. Eso la gente, aunque no pueda afirmarlo y mucho menos demostrarlo, lo intuye. Por eso busca iluminación y contraste en los medios informativos, ¿pero qué ocurre cuando los medios se transforman en meros transmisores de las "verdades" oficiales (concepto en el que incluyo toda mentira, manipulación o intoxicación que cualquier poder, no necesariamente político, pretenda imponer como verdad incuestionable)? Que antes o después cae en el descrédito y cosecha el efecto contrario al pretendido.

Lamentablemente, ese descrédito no es sólo un daño que reciban los medios que se han hecho acreedores a él, sino que también hay que apuntarlo en el déficit de la democracia, en el capítulo de pérdidas de la sociedad. Se trata, pura y simplemente, de una mutilación esencial, una desgracia colectiva. Algún teórico de patio de vecindad gusta de decir que a la gente no le interesa conocer la verdad, sino que le digan aquello que coincide con sus prejuicios e intereses y que entre esos intereses prima el de pasarlo bien, sentirse a gusto, evadirse. ¿Por qué abrumarle con realidades que le sobrepasan?

Prejuzgar la postura y los intereses de la gente, considerada como un todo orgánico, es típicamente fascista, como lo es lo que se deduce de ese axioma con aromas aristocratizantes que gusta de ver a los pueblos como máquinas sin conciencia ni objetivos, porque esa es la premisa a partir de la cual se les instrumenta al servicio de cualquier aberración que decida el instrumentador y que generalmente es ajena en absoluto -cuando no contraria- a los intereses del "instrumento".

También es característico de la perversión fascista de la lógica confundir las consecuencias con sus causas. Que las masas estén alienadas no es nunca la consecuencia de una elección personal de cada individuo ni de un irreversible condicionamento genético. La indiferencia y el hedonismo no forman parte de la naturaleza intrínseca de los pueblos. Por el contrario, ese síndrome es consecuencia de una realidad nada casual en la que la gente se siente ajena al destino de la sociedad, de cuya gestión ha sido marginada y de cuyas realidades se sabe desinformada.

La experiencia de España, devuelta a la democracia hace 25 años tras 40 de secuestro dictatorial, es reveladora al respecto. Entre los años 75 y 84 la gente, en su mayoría, leía ansiosamente cada información que circulaba y la debatía con su familia, con sus amigos, con sus compañeros de trabajo. Se hablaba de política y de problemas sociales. La tirada de diarios y revistas creció notablemente. Los debates políticos en la televisión o las retransmisiones de los plenos del Congreso batían récords de audiencia. ¿Que ha pasado para que aquél pueblo apasionado y políticamente activo se haya convertido en apático, escéptico y, aparentemente, se interese sólo en consumir y divertirse?

Muy simple. Se le ha defraudado. Y el fraude no procede únicamente de la órbita política, judicial o laboral, sino también de la informativa. Cuando el llamado "cuarto poder" se transforma en una excrecencia servil de los poderes políticos y económicos desaparece la última esperanza. Y eso es lo que ha sucedido. Antes, por supuesto, ya había ocurrido en todos los países democráticos occidentales, a los que cada vez nos parecemos más, especialmente en sus lacras y defectos. Hay tarados que venden esa coincidencia como un éxito y lo peor es que hay quien les cree.

Volviendo al tema de la BBC, para concluir por hoy, es preciso subrayar, además de la victoria-derrota de Blair, la digna reacción de los trabajadores de la cadena pública británica, conscientes de que el golpe recibido quizás sólo sea el preludio de males mayores. Miles de trabajadores, que ya habían protagonizado varias manifestaciones de protesta, han publicado hoy un anuncio en el Dayly Telegraph en defensa del dimisionario director general, Greg Dyke. En él aseguran que mantienen la filosofía de éste y que lucharán por una BBC "que sirva a los ciudadanos por encima de todo".

He ahí la madre del cordero.

No hay comentarios: