11 mayo, 2012

Crisis: Las mentiras de España y la anarquía global

Hace hoy una semana, en un Breve publicado aquí a raiz de la cumbre que el BCE celebró en Barcelona, cuestionaba yo la ejecutoria del gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez (MAFO), que hasta ayer parecía un personaje grato al Gobierno. "Este hombre - escribía - pasó de criticar la burbuja inmobiliaria generada por la liberalización del suelo que aprobó el PP a no decir esta boca es mía cuando ocupaba la Secretaria de Estado de Hacienda y Presupuestos en 2004, tras la victoria electoral del PSOE. Situado al frente del banco nacional en 2006, estuvo muy discreto hasta la llegada de la crisis, momento a partir del cual habló tan alto como pudo en demanda de reformas estructurales (las que está realizando ahora el PP). MAFO entonces no sólo miró hacia otra parte ante la burbuja inmobiliaria, sino también ante la suicida política crediticia de los bancos, que la engordaron hasta su estallido. Las irregularidades en numerosas cajas de ahorros tampoco le quitaron el sueño. Su jubilación sería una buena noticia".

No imaginaba entonces que el Gobierno y el PP iban a desencadenar una ofensiva en toda regla contra MAFO como consecuencia de la falsa nacionalización de Bankia (en realidad se trata de una socialización parcial y temporal del riesgo que comporta su matriz enferma, el BFA). Es indudable que el gobernador del Banco de España tiene su parte de culpa - y no pequeña -, pero el clamor actual del PP contra él es un truco barato e inútil para evitar que se recuerde su actuación lamentable en las dos principales cajas asociadas en la fórmula Bankia, Caja Madrid y Bancaja (Valencia). Ciertamente el estatus peculiar de las cajas españolas, limitadas financieramente y condicionadas políticamente, debió ser revisado antes, en la medida en que constituían un cuerpo extraño y frágil en un delicado sistema bancario, pero ya no es momento de preguntarse por qué no se hizo. Fueron diversos los gobiernos y los gestores del Banco de España que, por inercia o dejadez, lo consideraron incómodo e inoportuno.

España está ahora bajo el ojo del huracán por la mala cabeza de muchos, pero sobre todo por la tendencia a la ocultación y la mentira de todos los implicados en la gestión publica y privada de la finanzas. Durante al menos tres años han estado garantizando ante propios y extraños la solidez y fiabilidad del sistema bancario, mientras dentro y fuera de nuestras fronteras era notorio que existía un gravísimo problema por causa de la implicación del crédito en la gigantesca burbuja inmobilizaria. El momento de reconocer la realidad y reaccionar frente a ella ha sido pospuesto sistemáticamente hasta que el FMI ha denunciado la situación de Bankia y sus triquiñuelas impresentables para aparentar buena salud. Ahora se ha levantado la veda para todo el sector y las medidas de emergencia adoptadas hoy por el Gobierno tendrán como primera consecuencia un aumento notable del sufrimiento, sin que nadie pueda asegurar que bastarán para alcanzar la confianza de unos mercados-casino que hasta ahora no han visto en la ruina ajena otra cosa que una oportunidad para aumentar sus beneficios.

Dejando por el momento a España aparte, hoy ha transcendido una noticia internacional que nos muestra sin lugar a dudas hasta qué punto el conjunto de la economía occidental está enferma, hasta qué punto el sistema capitalista monetarizado y financiarizado es insostenible. JP Morgan Chase, uno de los grandes bancos estadounidenses que estuvo metido hasta las cejas en el fraude de las hipotecas 'subprime' y hubo de ser rescatado con dinero público ha comunicado una pérdida de 2.000 millones de dólares en derivados de crédito, que "podría empeorar", según su jefe ejecutivo, Jamie Dimon. "Errores, negligencias y faltas de criterio" habrían sido lor motivos, según Dixon, pero nadie ignora que la causa principal de que este tipo de cosas siga sucediendo es la anarquía en la que se mueven las entidades financieras y la creación de productos financieros opacos e inquietantes como los derivados.

La reclamación de medidas regulatorias más duras es ya un clamor en la sociedad americana, pero Obama parece ser rehén de su equipo de asesores económicos y de las presiones de los 'lobbies' financiero. Lamentablemente esa anarquía y falta de escrúpulos se ha apoderado del mundo y si no se le pone límites la consecuencia sólo puede ser un desastre sin parangón.   

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