Una amnistía antisocial

 
La
 amnistía fiscal aprobada por el Gobierno, para permitir que afloren 
25.000 millones y recaudar el 10% de esa cantidad, era calificada por 
los mismos que ahora la aprueban como 'antisocial' y como 'ocurrencia' 
hace apenas dos años, cuando estaban en la oposición.  
 2.500 millones - la recaudación prevista - es el chocolate del loro, una cantidad ridícula si se compara con el montante total de la deuda soberana que es preciso
 reducir, así que quizás lo que se pretende realmente es que los 
defraudadores de esos 25.000 millones 'pongan a trabajar' ese dinero en 
España. A saber por qué el Ejecutivo ha establecido esa cantidad como 
referencia cuando, según la Agencia Tributaria, el importe que defraudan
 las grandes empresas y fortunas se eleva a 44.000 millones (19.000 
millones más). Parece darse por sentado que hay 'intocables' que no van a
 pagar ni podrán ser penalizados.
 
 En el mejor de los casos 
estamos ante una declaración de impotencia del Gobierno y en el peor, en
 una asunción de complicidad. La amnistía, en definitiva, es una 
iniciativa pésima no sólo por sí misma sino por el mensaje que envía a 
los desempleados, a los congelados y a los que, tras la reforma laboral,
 tienen que asumir condiciones de contratación propias de un sistema 
feudal. Ese mensaje se lee así: hay dos españas, la de los más ricos y 
corruptos, siempre impune, y la de los demás ciudadanos: la España que 
paga el pato y el resto de los gastos del festín.
 
 
 
          
      
 
  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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