Comentarios sobre la actualidad, reflexiones sobre la deriva histórica que nos conduce hacia viejas pesadillas y cualquier otra cosa que considere de interés.
05 julio, 2011
Movimiento 15-M: razones para el escepticismo, razones para la esperanza
He de confesar que he sido y soy escéptico acerca del llamado Movimiento 15-M y también suspicaz sobre su origen y las motivaciones de algunos de sus fundadores. Tantos años al pie del cañón, analizando la realidad, no abonan precisamente las razones para la credulidad y menos aún para el entusiasmo, sino todo lo contrario. El carácter magmático e inorgánico del movimiento,.que se manifestó sobre todo en sus comienzos, y el logro -único hasta ahora- de haber contribuido a que la derrota del PSOE en las pasadas elecciones fuera aún mayor de lo previsto y de que el PP alcanzase una hegemonía inédita e inquietante tampoco ha sido precisamente un aval para los 'indignados'.
Sin embargo, aunque la duración de las movilizaciones estaba prevista en principio sólo hasta la celebración de las elecciones, los integrantes de las acampadas realizadas en toda España a partir de la manifestación del 15-M decidieron continuar su protesta y sus asambleas llegaron a definir una plataforma reivindicativa coherente y adecuada para obtener el consenso colectivo de un conjunto sumamente heterogéneo de personas, inquietudes e interesas. El énfasis pasó de acentuar casi exclusivamente la necesidad de reformar el marco electoral que facilita el imperio inmovilista del bipartidismo a centrarse mucho más en la crisis económica, su etiología y sus consecuencias.
La red se ha convertido en una especie de asamblea permanente, generando y debatiendo ideas, pero también formando la opinión de muchos 'indignados', dándoles argumentos y fundamentando su compromiso. Ese es uno de los grandes logros -parcial, por supuesto- de esta movilización, especialmente entre los jóvenes que sentían hasta ahora no sólo desprecio sino también indiferencia hacia la política y su relación directa con la economía. Se está haciendo real la meta de quienes crearon el lema "Apaga la tele, enciende la mente". .La gente sabía lo que está pasando y lo rechazaba, pero el conocimiento acerca de los 'porqués' de lo que ocurre era muy limitado. Ahora ya no. Se han atado cabos y todo el mundo sabe a qué atenerse. Como consecuencia las razones para la indignación no sólo han aumentado sino que se han generalizado y consolidado.
En estos momentos, tras las manifestaciones contra el 'Plan del Euro' del 19 de junio, varias marchas de 'indignados' se dirigen hacia Madrid desde las diversas regiones, celebrando asambleas informativas en las poblaciones por las que atraviesan en un intento de sumar efectivos. El día 23 confluirán en la capital de España, donde se espera escenificar ese mismo día la más masiva de las protestas celebradas hasta la fecha. Cabría suponer que ahí concluyen, por este curso, las actividades del movimiento, pero parece que no va a ser así. Según una idea aún no desarrollada, la indignación se desplazará a los centros turísticos de las costas, a las playas y centros de ocio. Esto va en serio, pues. Quienes esperaban o temían que el verano acabase con el movimiento se equivocaban. Parecía difícil que se mantuviera ún mínimo de organización en circunstancias en las que los españoles se desplazan, pero Internet hará el 'milagro' de que se convoquen y organicen allí donde se encuentren.
Llegados a este punto se podría concluir que el movimiento es un éxito. Y lo es, efectivamente, en cuanto a su capacidad de convocatoria y movilización, pero el escepticismo subsiste respecto a su potencial de eficacia. El poder contempla hasta ahora el fenómeno con cierto paternalismo y no poca ironía. La tentación de interpretarlo como una ingenua catarsis persiste, pese a su permanencia y actividad. ¿Cómo arrancarle algún logro, alguna concesión que alimente las esperanzas de la legión de 'indignados'?.El movimiento no ha mostrado hasta la fecha capacidad coercitiva alguna. Para lograrla, se habla desde hace días de la posibilidad de convocar una huelga general, pero esas son palabras mayores.
Una huelga general implica a todos los sectores productivos y al conjunto de trabajadores de todo el país. La realizada el 29 de septiembre de 2010, convocada por los sindicatos básicamente por los mismos motivos que aducen los indignados, no fue precisamente un éxito y no contó con una participación significativa de quienes ahora se han movilizado. No es muy verosímil que el movimiento 15-M tenga mayor capacidad de convocatoria entre la clase trabajadora que los sindicatos y es aún menos creíble que vaya a conseguir gran cosa sin el apoyo de estos. ¿Van a rectificar los 'indignados' el desprecio que vienen mostrando por el movimiento sindical? Si no lo hacen -y en principio no es previsible que lo hagan- es más que probable que se los encuentren enfrente, desautorizando su convocatoria. En tales condiciones -y contando con el escepticismo previsible de quienes aún conservan un trabajo, mejor o peor- esa iniciativa estaría condenada al fracaso.
Si como movimiento social el del 15-M ha acabado revelándose como muy relevante y significativo y no puede ser desoído por las instituciones vigentes, como movimiento político es, por ahora, insignificante y probablemente carece de futuro. No basta definir unas metas justas y ambiciosas, como se ha hecho. Habría que definir también una estrategia y unas tácticas (el infierno, como siempre, está en los detalles).que requerirían un debate muy profundo y matizado, tal vez impracticable desde su actual estructura deconstruida. Habría, en definitiva, que hacer política, ese concepto que tantas suspicacias despierta entre los 'indignados'.
En cualquier caso, se alcancen o no los objetivos planteados, el movimiento 15-M constituye un signo muy positivo y alentador desde el punto de vista social. La juventud española, que parecía dormida y sorprendentemente inhibida frente a su propio destino como 'generación perdida', ha reaccionado con lucidez y vigor y dado muestras de ser capaz de organizarse. Eso ha tenido un efecto de arrastre igualmente positivo para otras capas sociales y generacionales, igualmente indignadas por la deriva caótica de un sistema fracasado. En el peor de los casos cabe esperar que este movimiento sea el germen de una sociedad civil dinámica y reivindicativa, un contrapoder que enfrente a aquellas decisiones que se tomen desde el Ejecutivo o mediante consensos entre partidos o entre empresarios y sindicatos que sean lesivos para el conjunto de la sociedad. La existencia de esa sociedad civil es una necesidad imperiosa para España, una sociedad inerme desde siempre ante los designios de quienes dicen representarla.
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