Se dice que la
historia la escriben siempre los vencedores, ¿pero hasta cuándo? ¿Qué le impide
a la Real Academia de la Historia,
coordinadora del 'Diccionario Biográfico Español', hacer -desde la perspectiva
de la democracia- una semblanza realista y
objetiva de un cruel dictador fallecido hace 36 años?
Afirmar, como hace el
referido diccionario, que "era autoritario, pero no
totalitario" o que cayó en brazos de Alemania e Italia a causa de
"la hostilidad de Francia y la URSS" no es otra cosa que un
intento cínico y deliberado de falsificar la realidad histórica. Franco era totalitario además de
autoritario y su alianza con el Eje fascista no fue forzada ni inevitable. Se
asoció con sus pares ideológicos en el rechazo simultáneo de estos a la democracia
y al socialismo y en la elección de una forma de Estado que sólo puede ser
calificada como totalitaria.
Entre el rechazo
absoluto y la justificación cínica de una figura histórica controvertida la
Real Academia de la Historia pudo haber optado por un punto medio, un
tratamiento más distanciado y objetivo, pero en lugar de eso encargó la
biografía a un historiador medievalista, que ha extendido su interés a la
historia moderna y contemporánea, sin duda para tergiversarla, y que es miembro
de la 'curiosa' Fundación Francisco Franco, presidente de la Hermandad del Valle de los Caidos y socio del Opus Dei, por si hubiera alguna duda de su filiación ideológica.
El colmo de este
repugnante asunto es que la edición del Diccionario Biográfico, que ignora toda
referencia a la cruel y prolongada represión franquista, ha sido financiada con
fondos públicos por un importe de 6,2 millones de euros. El hecho de que esto
suceda en un país que se niega a rehabilitar la memoria de los 'desaparecidos'
a manos de los vencedores de la guerra civil y en el que un juez ha sido
separado de su cargo y procesado por oponerse, habla por sí solo del país en el
que nos encontramos. Parece que no tenemos solución. ¿Realmente no la tenemos?
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