La historia, contada por Esperanza Aguirre, resulta ser una ficción muy conveniente para la defensa de sus posiciones, que apellida ideológicamente como 'liberales', y que nada tiene que ver con la realidad. Considerar como trampas tendidas al PP ciertas propuestas programáticas llevadas a la práctica por el Gobierno del PSOE durante la pasada legislatura es un 'wishful thinking' prestidigitatorio que no resiste el más mínimo análisis.
Por ejemplo, el tema del matrimonio homosexual, al que aludió reiteradamente en su discurso de ayer (ver texto íntegro), distaba de ser una trampa tendida al PP. El hecho de que pusiera en evidencia los viejos reflejos ultraconservadores y reaccionarios del partido en el que ella milita, lejos de ser fruto de alguna maquiavélica añagaza, es la expresión de lo que el PP es: un partido de derecha que, además, hace guiños obvios a la ultraderecha.
¿Cómo definir ideológicamente a un partido que recoge el voto de ciudadanos con posiciones ideológicas tan inconciliables (al menos teóricamente) como la ultraderecha fascista y xenófoba y el centroderecha democristiano o liberal? Mejor no intentarlo, no sea que el 'invento' se haga añicos. Por otra parte, negar el origen franquista del PP, como ella hace, es un vano intento de ocultar la verdad histórica. Alianza Popular nació por iniciativa de siete ex ministros franquistas y presidida por Fraga, como el PP durante un tiempo. Su refundación como Partido Popular, acogiendo -que no integrando en muchos casos- a personalidades salidas de la autodisuelta UCD (con origen también en el franquismo, pero más realista, dialogante y abierta) no alteró básicamente en nada la filosofía de un partido cuyos fuertes reflejos autoritarios se revelan claramente en su propia dinámica interna presidencialista, nunca revisada en serio hasta ahora.
Esperanza Aguirre se define como liberal, al igual que el neonazi austriaco Haider, como Aznar, como Jiménez Losantos, como Pedro J. Ramírez... La de 'liberal' ha sido siempre una definición considerablemente gaseosa, pero ahora es también sospechosa. Es la vaga denominación pseudoidelógica que prefieren los neoconservadores (o ultraconservadores) europeos. Si excluimos el fuerte planteamiento en lo económico, donde se pretende la menor cantidad de Estado posible y el imperio del mercado y de la iniciativa privada, lo que hoy se llama liberalismo queda reducido a un saco con una sugestiva etiqueta que puede ser llenado con cualquier cosa -las más de las veces nada inocua- pues en lo esencial está vacío.
Aguirre parece sentirse especialmente orgullosa de la ponencia ideológica del Partido Liberal que redactó en 1985. Tanto que ayer leyó este 'enjundioso' párrafo de ella: “Hoy, las posiciones ideológico-políticas opuestas en todo el mundo occidental dividen a los ciudadanos entre estatistas y liberales, entre los que creen que el Estado puede juzgar mejor que los individuos sobre sus necesidades, y elegir por ellos, y los que consideramos que cada persona debe elegir libremente, siempre que las necesidades mínimas estén garantizadas”.
Lo cierto es que ni siquiera en 1985 los ciudadanos se dividían entre estatistas y liberales. ¿Alguno de los presentes era o es estatista? La falsedad y la rampante pobreza teórica de esta frase, que Aguirre considera conveniente repetir 23 años después de aquel 'pecado de juventud', revelan, mejor que cualquier otra consideración, que la ambiciosa presidenta de la Comunidad de Madrid no tiene nada serio que ofrecer en términos ideológicos.
La clave de todas las políticas reside precisamente en aclarar lo que cada cual cree que debe significar "que las necesidades mínimas estén garantizadas", condición a partir de la cual "cada persona debe elegir libremente", según la propia Aguirre. Para los neoconservadores esas "necesidades mínimas" coinciden generalmente con situaciones infrahumanas. Las políticas de Thatcher y Reagan, tan añoradas por ellos, no dejan lugar a dudas sobre ese extremo. Los índices de pobreza que se registran hoy en los países llamados desarrollados y sigularmente en Estados Unidos son la consecuencia de esa 'filosofía política' diseñada exclusivamente al servicio de los poderosos.
La nueva 'ambición rubia' (que en realidad es pelirroja, según fuentes familiares) no se perderá una coma de la actuación de Rajoy en el debate de investidura que se está desarrollando. Espera verle derrotado una vez más para auscultar el corazón del partido. Sabe que fuera de Madrid es poco más que nadie para el PP y por eso no se presenta abiertamente como alternativa de cara al congreso de junio. Si Rajoy defrauda con su intervención al 'nucleo duro' de su formación, ya inquieto por los síntomas que ha arrojado la remodelación del grupo parlamentario, creerá llegada su gran oportunidad.
Apoyos mediáticos no le faltan, pero eso ha quedado meridianamente claro que no basta.
Leer online: http://laspiral.blogspot.com
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