Alberto Gonzales, Attorney General de Estados Unidos, acaba de presentar su dimisión, ahondando con ello aún más la sima de soledad política y personal de George W. Bush en una Casa Blanca más gris y desprestigiada que nunca.
El cargo de Attorney General en el organigrama del Ejecutivo estadounidense es una mezcla de ministro de Justicia y Fiscal General, lo que implica una acumulación extraordinaria de poder, la mayor alcanzada nunca por un hispano en Estados Unidos. Lástima que esa altura la haya logrado precisamente alguien más adecuado para una república bananera que para una democracia avanzada.
Primero se fue Rumsfeld, secretario de Defensa y brutal autor intelectual de la guerra de Irak; luego fue condenado y encarcelado el jefe del equipo del vicepresidente Cheney, Lewis ‘Scooter’ Libby, por su papel en el ‘affaire’ Plame; hace apenas unos días anunció su renuncia Karl Rove, ‘fontanero’ mayor de la Casa Blanca, y el mismo propósito tiene el jefe de prensa y ex comentarista político de ‘Fox News’, Tony Snow. Bush ya no puede reposar su atribulada cabeza más que sobre los hombros fornidos de uno de los principales autores de sus males: el vicepresidente Cheney.
Gonzales ha acompañado a ‘Dubya’ Bush en su andadura desde los tiempos en que éste era gobernador de Texas, de donde el chicano es oriundo. Sucesivamente, Gonzales fue consejero general, secretario de Estado y miembro del Tribunal Supremo del estado de la estrella solitaria. Ya en la Casa Blanca ha sido consejero personal hasta su nombramiento en febrero de 2005 en el puesto al que ahora renuncia.
Los escrúpulos nunca han turbado la conciencia de este trepador hispano al que yo llamo ‘Speedy Gonzales’ en homenaje y recuerdo de la serie de dibujos animados y la canción del mismo título interpretada por Pat Boone. Si Libby es llamado misteriosamente Scooter y el propio Bush apodaba a su querido Rove ‘turd blossom’ (algo así como flor que crece en una cagada de vaca) no veo razón para que un tal Gonzales no sea llamado ‘Speedy’ con tantos títulos para merecerlo.
El fulgurante Gonzales es, entre otras cosas, autor del cese de ocho fiscales de trayectoria irreprochable aunque -según su opinión- insuficientemente afectos a Bush, pero sus mayores responsabilidades apenas han sido apuntadas. Ha sido acusado de exceder ampliamente el marco de restricciones de las libertades individuales que la ‘Patriot Act’ estableció a raiz del ataque terrorista del 11-S. También habría incurrido en el delito de obstrucción a la Justicia en relación con el ‘caso Plame’. Otras cosas, como su sostén a la escandalosa alegalidad de la prisión de Guantánamo, no serían objeto de especial atención por parte de la Justicia. Y finalmente hay que alegrarse de su dimisión porque no podrá llevar a efecto uno de sus más caros proyectos: abreviar los plazos de apelación y recurso en las condenas de muerte.
A nadie puede sorprender que la ejecutoria de Bush esté concluyendo del modo accidentado y apresurado en que lo está haciendo. Los republicanos no aceptan la perspectiva de perder las próximas elecciones y con Bush y sus mariachis impunemente al frente del Gobierno es inevitable que lo hagan. Las presiones (y seguramente las amenazas) del partido deben estar siendo impresionantes.
El posicionamiento del influyente senador republicano John Warner y de una parte significativa de la cúpula militar a favor de la retirada de Irak no deja lugar a dudas acerca de hasta qué punto Bush ha perdido todo crédito. Las dimisiones del manipulador Rove y del desprejuiciado Gonzales seguramente carecen de toda espontaneidad y son una exigencia que Bush ha tenido que aceptar para evitar males mayores, como sería la rebelión conjunta de republicanos y demócratas en ambas cámaras y la presentación de un ‘impeachment’ contra el presidente que ha dejado hace tiempo de verse como algo imposible.
Seguramente cuando Bush y su entorno canallesco planificaron la guerra de Irak y tejieron la red de mentiras que justificarían su urgente necesidad se hallaban muy lejos de imaginar que estaban iniciando una cadena de errores -incluyendo un variado tipo de acciones ilegales- que abrian irreversiblemente su tumba política.
El exceso de arrogancia y el déficit de escrúpulos se pagan. Y ha llegado la hora. Todo se paga, incluso la risa.
Pero riámonos un poco, que bien lo merecen las buenas noticias. En el video, dos chicas vocalizan con bastante gracia la canción de Pat Boone ‘Speedy Gonzales'.
La letra
(Recitado) It was a moonlit night in old Mexico. I walked alone between some old
adobe haciendas. Suddenly, I heard the plaintive cry of a young Mexican girl.
You better come home, Speedy Gonzales
Away from tannery row
Stop alla your a-drinkin'
With that floozie named Flo
Come on home to your adobe
And slap some mud on the wall
The roof is leakin' like a strainer
There's loadsa roaches in the hall
Speedy Gonzales, why dontcha come home?
Speedy Gonzales, how come ya leave me all alone?
(Recitado con acento mexico-americano) "Hey, Rosita-I hafta go shopping downtown
for my mudder-she needs some tortillas and chili peppers."
Your doggy's gonna have a puppy
And we're runnin' outta coke
No enchiladas in the icebox
And the television's broke
I saw some lipstick on your sweatshirt
I smelled some perfume in your ear
Well if you're gonna keep on messin'
Don't bring your business back a-here
Mmm, Speedy Gonzales, why dontcha come home?
Speedy Gonzales, how come ya leave me all alone?
(Recitado con acento mexico-americano) "Hey, Rosita-come queek-down at the cantina
they giving green stamps with tequila!!"
Leer nonline http://laspiral.blogspot.com
2 comentarios:
Ándale, ándale.... ay, ay, ay... Jo, vaya galería de monstruitos de la que has hablado hoy. Eres el Michael Moore de la Tierruca :-)
La Tierruca? Usted me confunde caballero. Esto es www.tierrade.cc (prueba y lo verás).
Eso sí, para freakies auténticos estos y no los de tu galería. Estos generan las peores pesadillas y si te descuidas te dejan La Tierruca (me refiero al planetuca) hecho una mierda.
Ah! En cuanto a Michael Moore, me faltan como 30 kilos, una gorra y bastantes miles de dólares. No me veo, no.
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