06 octubre, 2004

ETA, hacia su final


Cuando se produjeron las detenciones en Francia que han conducido a la práctica decapitación de ETA no pude evitar dos sensaciones casi simultáneas: la primera, de lógica alegría, pues situar fuera de la circulación a quienes siguen empeñados en hacer política con la violencia como único instrumento e intervenir la mayor parte de su arsenal es algo digno de ser celebrado. La segunda, sin embargo, fue de temor.

Es una triste tradición que la banda terrorista responda a los golpes recibidos del modo más inmediato y contundente posible, en un esfuerzo por demostrar fortaleza y operatividad. Uno de los más imborrables ejemplos de esa práctica fue el secuestro y asesinato del joven concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco en respuesta a la liberación del funcionario de prisiones Ortega Lara. Ahí precisamente inició ETA su progresivo declive.

Por eso es el temor. No sólo por conocer las irracionales rutinas de quienes pretenden liberar por las armas a un País Vasco que, a su vez, quiere liberarse de ellos, sino porque no hay nada más temible, por potencialmente brutal, que el estertor de la bestia.

En ese contexto causa especial alivio que sigan produciéndose detenciones como las que la pasada madrugada se han realizado en Guipúzcoa y Navarra. Los cinco detenidos sólo esperaban órdenes para actuar. Nadie sabe si ya hay un sucesor de la ‘real pareja’ formada por ‘Antza’ y ‘Anboto’, pero si lo hay o existe un equipo suplente de los dos monarcas sin corona de ETA, las órdenes podrían no haber tardado mucho en llegar a los detenidos, si no lo han hecho ya, a ellos o a otros.

Todo indica que el golpe recibido por la banda ha sido muy severo y lo ha sido tanto más cuanto la debilidad de ETA es evidente. Pero los restos de la debacle intentarán responder tan pronto como les sea posible. Lamentablemente, no dejará de haber quien pueda y esté dispuesto a cumplir las amenazas que la dirección ahora decapitada formuló recientemente, en una aparente reactivación que seguramente tenía como objetivo, según su costumbre, matando, incidir en las elecciones autonómicas en el País Vasco.

En cualquier caso, hay indicios de que tal vez no está muy lejano el día en que la pesadilla concluya. Ese día todos -pero muy especialmente los vascos- seremos más libres. Será una libertad muy cara, conquistada a base de sangre, sudor y lágrimas, pero será.

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