18 diciembre, 2016

Alepo, una batalla más de la 'guerra eterna' (y 4)

Para completar la perspectiva histórica y territorial de la 'guerra eterna' en Oriente Medio ahora es preciso regresar a Palestina y a la vivencia extrema del conflicto desde el lado de los que eran poseedores de esa tierra hasta que se implantó el estado de Israel. Como ya se ha comentado, los conflictos con los países árabes de la zona fueron aprovechados por Israel para ampliar el territorio que la ONU le asignó en 1948.

Durante décadas el estado judío se ha desentendido impunemente de todas (demasiadas) las llamadas de las Naciones Unidas que le conciernen, entre ellas las que le instan a regresar a sus posiciones originales y respetar los derechos de los palestinos. Hoy, como consecuencia, la teórica Palestina se divide en dos territorios incomunicados entre sí, la franja de Gaza y Cisjordania, ambas herméticamente enclaustradas por 'razones de seguridad', que en el caso de Cisjordania se expresan con la contundencia de un muro de 630 kilómetros de extenión. El 80% de éste invade el territorio palestino en flagrante desafío a los nativos y a la comunidad internacional.

Más de un millón de palestinos se reparten hoy por el mundo, sin posibiidad de regreso por prohibición expresa de Israel. Inicialmente, tras la ampliación unilateral del territorio israelí a raiz de la guerra de 1948, los palestinos damnificados fueron acogidos en campos de concentración - teóricamente 'provisionales' - en Líbano, Siria, Egipto y Jordania. En este último país - una peculiar monarquía títere y equilibrista - se les dio inicialmente permiso para crear bases y campamentos armados, pero la situación acabó convirtiéndose en insostenible, pues mientras el rey Hussein pretendía imponer su autoridad y  - tras ciertas dudas - también la neutralidad de su país los cientos de miles de refugiados eran partidarios de la guerra contra Israel, con la implicación de Jordania, tras un 'nevitable' derrocamiento del rey. Finalmente, en septiembre de 1971, ("septiembre negro", lo llamaron), los palestinos, tras reiterados choques armados con el ejército jordano, asumen su derrota y abandonan Jordania con rumbo al sur del Libano y Siria.

El choque fratricida suponía el fin del sueño panarabista, del que el líder egipcio Nasser había sido el patrocinador más destacado, pero también el inicio del terrorismo como arma de propaganda destinada a que el mundo dejase de ignorar la situación del pueblo palestino, y la incorporación del Líbano como escenario bélico casi permanente. Por dos veces Israel invade a su vecino del norte, al tiempo que mantiene una estricta vigilancia de su frontera con incontables choques e incursiones. Beirut Este fue víctima, en 1982, de un asedio y unos bombardeos, por parte del ejército israelí, que nada tienen que envidiar en sus característias brutales e inhumanas a los que se han denunciado ahora en Alepo por parte del ejército de Siria. Las víctimas, según Líbano, oscilan entre 15.000 y 20.000. Israel no pudo evitar que Arafat y su causa aparecieran a escala internacional como héroes y víctimas injustamente sacrificadas. Estados Unidos, inquieto por esa popularidad creciente, intervino para detener a Israel y forjar un acuerdo con el líder palestino para que se trasladase a Túnez con los supervivientes del feroz ataque.

Una nueva guerra, la última en Líbano con participación de Israel, tiene lugar en 2006, pero el enemigo ya no es palestino, sino chiita. Tanto Irán como Siria se han dado cuenta de que Líbano, débil y dividido entre cristianos y musulmanes, podría caer en manos de Israel, que sueña con su partición y neutralización, y promueven la guerrilla chiíta de Hezbolá, que se muestra muy eficaz para hostigar e incluso avergonzar al mítico ejército hebreo. Así ocurrió en 2006, en una confrontación que terminó con la retirada de Israel y el acuerdo para establecer una fuerza de interposición y control  en la frontera (con participación de España, por cierto).

Si volvemos al email de Hillary Clinton rerpoducido en la primera entrega de esta serie ahora, tras todo lo expuesto, se entenderá mejor por qué la derrota de Siria es tan conveniente para Israel -y por ende para EE UU. Una vez caída Siria, Líbano se desmoronaría y todo estaría listo para que empezase a cumplirse la utopía judía del Gran Israel (Eretz Israel), básica del sionismo: un territorio que, según el pacto con Yavé,  se extendería desde el Éufrates (prácticamente desde el sur Turquía) hasta el Nilo, englobando a Siria y Líbano. Dada la imprecisión de los textos bíblicos, los límites por el Este de Eretz Israel no están nada claros. El mapa reproducido contiene una de las cartografías más modestas, aunque imaginativa, entre las supuestamente basadas en la Biblia. Parte de Irak, parte de Arabia Saudí y Kuwait serían, según ella, propiedad de Israel por mandato divino: guerra eterna, pues.

Pie de foto: ¿Alepo? No, una imagen de la destrucción causada por los bombardeos israelíes sobre Beirut en 1982.

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