20 julio, 2012

La insolvencia valenciana: un paradigma español


Hoy parece que todos los rayos del cielo están destinados a caer sobre la torturada España. La prima de riesgo alcanza el récord histórico absoluto de 619 puntos; el interés que se paga por la deuda soberana lo roza, con un guarismo de más del 7%, y la Bolsa cae el 5,9%. Peor imposible. O quizás no, a la vista de cómo se van desarrollando los acontecimientos.


Es evidente que esos 'entes' llamados 'los mercados', que en realidad ocultan un número bastante limitado de nombres y siglas rebosantes de poder, dinero y avaricia, no se dejan impresionar por los cilicios que el Gobierno español, sumisamente, aplica a sus ciudadanos. Los expertos en emitir 'profecías' destinadas al autocumplimiento han apostado por la ruina de España y no cejan en su propósito de devorar a la res mientras tenga un hálito de vida. 


Pero no es éste el momento de hablar de los mercados y de su inmunidad escandalosa. Tendrá que ser un acuerdo global - que hoy por hoy, todavía, parece muy improbable - quien les siente la mano a los que conspiran día tras día y hora tras hora para alterar el valor de las cosas en su propio beneficio. Ahora se trata de hablar del permanente caos español, de la ineptitud impotente y culposa de una clase política habituada a ignorar las necesidades de las mayorías para satisfacer las de las minorías especuladoras y corruptas y - con excesiva frecuencia - las propias.


El colofón del día y una de las causas de la debacle que se ha escenificado ha sido la petición de rescate por parte de la Comunidad Valenciana al Fondo de Liquidez creado por el Gobierno para las autonomías en apuros. Es la primera región que lo solicita y no será la única en hacerlo, pero sí, sin duda, la que más dinero obtenga. Ya en diciembre de 2011 fue preciso adelantarle parte de las transferencias correspondientes al presente año para que pudiera saldar su deuda de 123 millones con el Deutsche Bank, que se había negado a refinanciarla. En enero volvió a pedir árnica, esta vez más de mil millones, al Instituto de Crédito Oficial. Pero era sólo el principio: luego reclamaría 1.600; poco más tarde 4.000... y ahora ni ha querido cuantificar lo que pide. Antes de este último asalto se estimaba que la deuda de la comunidad equivalía al 23,6% del total de las autonomías.


Hubo un tiempo en que la Comunidad Valenciana era envidiada en el resto de España. Sus índices de crecimiento interanual y su renta per cápita la presentaban como la más próspera en el conjunto del Estado. Nadie se cuestionó entonces sobre el origen del 'milagro valenciano'. Incluso la voz de la oposición política regional fue silenciada dentro y fuera de la región. Para Rajoy y su partido era la 'joya de la Corona', el ejemplo máximo de la buena gestión del PP. Francisco Camps, su presidente, era halagado y reverenciado como un 'príncipe sabio' y fue defendido hasta el absurdo cuando le salpicaron los primeros indicios de corrupción, que según todos los síntomas sólo son la punta del iceberg.


 Habría que retrotraerse a la época en que Eduardo Zaplana presidió la Generalitat valenciana para detectar los orígenes del 'Patio de Monipodio' que ha resultado ser finalmente la 'gran perla del PP', pero no quiero alargar innecesariamente este texto. Baste decir que, durante la investigación del 'Caso Naseiro' (1990), que quedaría en nada a causa de la deficiente actuación policial, Zaplana fue grabado haciendo esta contundente afirmación: "Yo estoy en política para forrarme". 


La filosofía del 'pelotazo', la corrupción rampante, la hipertrofia de la construcción, los megalómanos gestos y gastos 'imperiales' y una irresponsabilidad rayana con la locura han sido la causa de la quiebra 'de facto' de la comunidad 'ejemplar'. La debacle se ha llevado por delante a las instituciones financieras regionales (Bancaja, CAM y Banco de Valencia), que a su vez han pesado contundentemente en el fiasco de Bankia. Las 'alegrías' valencianas, en suma, nos han salido demasiado caras a todos los españoles, que ahora tenemos que pagar los platos rotos sin que ningún expolio a las rentas de los ciudadanos le parezca suficiente al Gobierno.


Se habla ahora de la posibilidad de una intervención 'férrea' del Estado en la gestión autonómica de la CAV, pero uno se pregunta si esa actuación será suficiente, si no están tan podridas las manzanas que lo lógico y saludable sería cortar el árbol. Lamentablemente este país está regido por ineptos dubitativos y descoordinados, cómplices objetivos de los despropósitos valencianos y aparentemente incapaces de adoptar medidas que den una muestra clara, a nivel interno e internacional, de que existe un propósito de enmienda real. Son ellos los que justifician con su actitud la presión de los mercados. 

Pie de foto: Zaplana y Camps: un estilo de vida insostenible. 

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