Fiasco de CiU
Las elecciones de ayer en Cataluña han confirmado algo que ya
sabemos y que en esta convocatoria se había llegado a poner en duda:
que los catalanes no son idiotas. Como era lógico, han desdeñado el
grosero señuelo del independentismo sobrevenido de CiU y le han
propinado el varapalo para el que había hecho sobrados méritos con su
entusiasmo ultraliberal y desmantelador del estado
de bienestar. Su cortina de humo ha sido tan inútil como ridícula.
Los
socialistas, por su parte, siguen su imparable carrera hacia el abismo.
Su descrédito persiste y se acentúa. Para frenarlo hará falta algo más
que un 'lifting' improvisado de urgencia. Deben cambiar, a nivel de
Estado, su política y, por ende, su liderazgo, y, por lo que respecta a
Cataluña, establecer una alternativa clara y permanente.
El paisaje
después de la batalla catalana no ofrece perspectivas muy halagüeñas de
gobernabilidad. Un pacto estable entre CiU y ERC - gran beneficiario de
estas elecciones - encuentra un grave obstáculo en las prioridades de
política económica y social de los primeros. La relativa coincidencia
soberanista de ambos no basta para superarlo. Un acuerdo con el PP es
inconcebible y el PSC no podría aceptar pactar sin grave riesgo para su
futuro.
Mas va a tener una legislatura muy complicada, aún en el caso de
que siga cultivando su lado soberanista. Su liderazgo ha quedado
bastante maltrecho y la nueva situación le pasará factura.
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