La Espiral
Comentarios sobre la actualidad, reflexiones sobre la deriva histórica que nos conduce hacia viejas pesadillas y cualquier otra cosa que considere de interés.
28 octubre, 2017
Cataluña: el triunfo pírrico de la voluntad
Por 70 votos a favor, por sólo 70 diputados de los 135 que integran el Parlament, Cataluña es desde ayer teóricamente independiente de España. Un triunfo pírrico e irreal que es consecuencia de una sola cosa: la voluntad, o, mejor dicho, el voluntarismo de un núcleo duro de 'irredentos' que, pese a su fracaso en unas elecciones que ellos mismos habían declarado plebiscitarias, han estado trabajando con ahínco en la movilización popular para convocar finalmente un referéndum secesionista, previsto desde el primer momento.
Tres fuerzas disímiles y en el fondo inconciliables son las que han logrado esta victoria que, en definitiva, es una derrota, no sólo para ellos sino también para quienes, previsiblemente, tendrán que pagar más pronto que tarde las consecuencias del empecinamiento de 70 políticos 'aventureros'. Sólo los miembros del PDeCat, Esquerra Republicana y la CUP conocen en detalle las diferencias que les separan y han causado tensiones internas que han rozado la ruptura. A nosotros nos queda intrerpretarlas a la luz de la ideología, trayectoria y prácticas de cada uno de ellos. La política y los políticos españoles no son - por más que los catalanes lo aseguren - peores que ellos, vistas las evidencias.
Sólo ellos, también, saben por qué ahora y por qué así. Otra cosa es que quieran y puedan explicarlo, y más difícil aún sería justificar el alto coste social y político de una 'operación' abiertamente ilegal y provocadora que convirtió las sesiones parlamentarias del 6 y 7 de Septiembre en sendas vergüenzas para los anales de la democracia. El 'apisonamiento' y desprecio de la oposición y la marginación de los órganos jurídicos de la Cámara constituyeron en dichas jornadas indicios candentes y bochornosos del desprecio a la legalidad vigente que había de imponerse como táctica. Así, en apenas dos meses, los independentistas han provocado una fractura social y una crispación inéditas en Cataluña.
La aplicación del artículo 155 de la Constitución, aprobada por el Senado en la misma jornada, suspende 'de facto' el autogobierno al destituir a la totalidad del Govern y disolver el Parlament, poniendo en manos del Gobierno central la responsabilidad de la gestión de la comunidad, que debe conducir a unas elecciones el 21 de Diciembre, una vez 'restablecida la normalidad'. Si el desafío independentista ha creado incertidumbres y zozobras tanto en Cataluña como en el resto del Estado, las medidas del 155 no aligeran precisamente esa carga, sino que pueden acentuarla.
Puigdemont, que no parece haberse dado por aludido de su defenestración, ha dicho que a la intervención del Estado ('tutela' lo llama 'Le Monde') se debe oponer una reacción independentista 'pacífica'. El problema es que, de la mano de la fractura social que se ha producido, han empezado a registrarse ciertas acciones de violencia verbal y física que tal vez se acentuen del lado secesionista (o de ambos lados) una vez aprobada la Declaración Unilateral de Independencia, que para ellos es irreversible a pesar de su génesis irregular y antidemocrática. Quienes violentan las leyes no es fácil que renuncien a ejercer otras violencias.
Esa es la incertidumbre fundamental: si la aplicación del artículo 155 se podrá realizar pacíficamente y si de un modo igualmente pacífico se podrá llegar a las elecciones del 21-D. Dados los precedentes, en los que los independentistas han evidenciado su gusto por las tácticas generadas mediante la secuencia acción-represión-acción y por la creación de situaciones propicias al victimismo, podríamos volver a encontrarnos con imágenes como las del 1-O.
Es lamentable el recurso al 155 (por primera y esperemos que última vez) porque, independientemente de las causas que provoquen su aplicación, el daño que se puede infligir a la democracia, y las heridas y ofensas que puede dejar en la memoria colectiva, seguramente no van a contribuir a la paz social ni facilitar una aproximación dialogante entre las partes. Que Rajoy, el inmóvil y cínico presidente del Gobierno, deje de serlo una vez que se supere esta crisis, si se logra superarla, es sumamente deseable. Su singular especialidad en no atender ningún tipo de demandas y dejar que los problemas se pudran hasta estallar es nefasta e indigna de un presidente democrático.
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18 diciembre, 2016
Alepo, una batalla más de la 'guerra eterna' (y 4)
Durante décadas el estado judío se ha desentendido impunemente de todas (demasiadas) las llamadas de las Naciones Unidas que le conciernen, entre ellas las que le instan a regresar a sus posiciones originales y respetar los derechos de los palestinos. Hoy, como consecuencia, la teórica Palestina se divide en dos territorios incomunicados entre sí, la franja de Gaza y Cisjordania, ambas herméticamente enclaustradas por 'razones de seguridad', que en el caso de Cisjordania se expresan con la contundencia de un muro de 630 kilómetros de extenión. El 80% de éste invade el territorio palestino en flagrante desafío a los nativos y a la comunidad internacional.
Más de un millón de palestinos se reparten hoy por el mundo, sin posibiidad de regreso por prohibición expresa de Israel. Inicialmente, tras la ampliación unilateral del territorio israelí a raiz de la guerra de 1948, los palestinos damnificados fueron acogidos en campos de concentración - teóricamente 'provisionales' - en Líbano, Siria, Egipto y Jordania. En este último país - una peculiar monarquía títere y equilibrista - se les dio inicialmente permiso para crear bases y campamentos armados, pero la situación acabó convirtiéndose en insostenible, pues mientras el rey Hussein pretendía imponer su autoridad y - tras ciertas dudas - también la neutralidad de su país los cientos de miles de refugiados eran partidarios de la guerra contra Israel, con la implicación de Jordania, tras un 'nevitable' derrocamiento del rey. Finalmente, en septiembre de 1971, ("septiembre negro", lo llamaron), los palestinos, tras reiterados choques armados con el ejército jordano, asumen su derrota y abandonan Jordania con rumbo al sur del Libano y Siria.
El choque fratricida suponía el fin del sueño panarabista, del que el líder egipcio Nasser había sido el patrocinador más destacado, pero también el inicio del terrorismo como arma de propaganda destinada a que el mundo dejase de ignorar la situación del pueblo palestino, y la incorporación del Líbano como escenario bélico casi permanente. Por dos veces Israel invade a su vecino del norte, al tiempo que mantiene una estricta vigilancia de su frontera con incontables choques e incursiones. Beirut Este fue víctima, en 1982, de un asedio y unos bombardeos, por parte del ejército israelí, que nada tienen que envidiar en sus característias brutales e inhumanas a los que se han denunciado ahora en Alepo por parte del ejército de Siria. Las víctimas, según Líbano, oscilan entre 15.000 y 20.000. Israel no pudo evitar que Arafat y su causa aparecieran a escala internacional como héroes y víctimas injustamente sacrificadas. Estados Unidos, inquieto por esa popularidad creciente, intervino para detener a Israel y forjar un acuerdo con el líder palestino para que se trasladase a Túnez con los supervivientes del feroz ataque.
Una nueva guerra, la última en Líbano con participación de Israel, tiene lugar en 2006, pero el enemigo ya no es palestino, sino chiita. Tanto Irán como Siria se han dado cuenta de que Líbano, débil y dividido entre cristianos y musulmanes, podría caer en manos de Israel, que sueña con su partición y neutralización, y promueven la guerrilla chiíta de Hezbolá, que se muestra muy eficaz para hostigar e incluso avergonzar al mítico ejército hebreo. Así ocurrió en 2006, en una confrontación que terminó con la retirada de Israel y el acuerdo para establecer una fuerza de interposición y control en la frontera (con participación de España, por cierto).
Si volvemos al email de Hillary Clinton rerpoducido en la primera entrega de esta serie ahora, tras todo lo expuesto, se entenderá mejor por qué la derrota de Siria es tan conveniente para Israel -y por ende para EE UU. Una vez caída Siria, Líbano se desmoronaría y todo estaría listo para que empezase a cumplirse la utopía judía del Gran Israel (Eretz Israel), básica del sionismo: un territorio que, según el pacto con Yavé, se extendería desde el Éufrates (prácticamente desde el sur Turquía) hasta el Nilo, englobando a Siria y Líbano. Dada la imprecisión de los textos bíblicos, los límites por el Este de Eretz Israel no están nada claros. El mapa reproducido contiene una de las cartografías más modestas, aunque imaginativa, entre las supuestamente basadas en la Biblia. Parte de Irak, parte de Arabia Saudí y Kuwait serían, según ella, propiedad de Israel por mandato divino: guerra eterna, pues.
Pie de foto: ¿Alepo? No, una imagen de la destrucción causada por los bombardeos israelíes sobre Beirut en 1982.
17 diciembre, 2016
Alepo, una batalla más de la 'guerra eterna' (3)
La segunda batalla de la 'guerra eterna' se convertirá en una gravísima crisis internacional. El carismático líder egipcio Gamal Abdel Nasser decide en 1956 nacionalizar la lucrativa sociedad del Canal de Suez, a lo que responden militarmente Israel, Reino Unido y Francia, secretamente vinculados por el 'Protocolo de Sèvres', aunque la pretensión-coartada de ingleses y franceses es aparecer a título de 'pacificadores'. La derrota será nuevamente para Egipto, pero el perjuicio económico que sufre Occidente es demoledor, pues Nasser ciega el canal, hundiendo en él numerosos barcos mercantes y forzando al tráfico petrolero y comercial a dar la vuelta completa al continente africano, con los gastos y el aumento de precio imaginables. Finalmente, Estados Unidos y la URSS (recuérdese que estaba en pleno vigor y en uno de sus periodos más álgidos la 'guerra fría') intervienen de mutuo acuerdo para neutralizar el nuevo e inoportuno 'punto de fricción'. Las armas callan e Israel se retira (por primera vez) de la península del Sinaí.
No es mi propósito ser exhaustivo en la exposición de las sucesivas batallas (más que guerras, dada su corta duración) que han enfrentado a Israel con sus vecinos a partir de los años 60, pues cabe suponer que el lector las tiene más presentes en su memoria. La tercera, denominada de 'los seis días' (1967), ha quedado en la historia como una demostración apabullante de la eficacia bélica y táctica, así como del superior armamento, del ejército israelí. Adelantándose (o eso se supone) a supuestos planes de ataque árabes, la aviación judía destruye en tierra a la egipcia,. condicionando así, drásticamente, el éxito de sus ataques en otros frentes; derrota y expulsa a los egipcios de la península del Sinaí y ocupa la estratégica posición siria de los Altos del Golán, que hoy en día sigue en sus manos. El resultado de esta 'guerra relámpago' es devastador para los contendientes árabes y la moral de sus tropas y de sus pueblos.
La revancha árabe se hará esperar sólo seis años. En Octubre de 1973 Egipto y Siria, aprovechando la celebración judía del Yom Kippur (que dió nombre a la guerra) atacan por sorpresa a Israel y consiguen cierto éxito inicial, pero tras duros combates las tropas judías logran controlar la situación, si bien, en esta ocasión - y por primera vez - con un elevado número de bajas. La guerra ya no es un paseo para sus tropas y la sociedad israelí empieza a dar signos de fatiga y desánimo. En 1979, tras laboriosas negociaciones y con la mediación del presidente estaounidense Jimmy Carter, Egipto e Israel firman en Camp David un tratado de paz que provoca alivio general en Israel y Occidente y una enorme indignación en el mundio árabe. Dos años después la 'traición' le costará la vida al presidente Sadat, ametrallado por militares ligados a los 'Hermanos musulmanes' durante un desfile. El islamismo radical muestra - por primera vez con contundencia - sus afilados colmillos.
La salida de Egipto del frente anti-Israel subsiste en estos momentos, una vez que el ejército - claramente comprometido con Occidente - ejecutó un golpe de estado que barrió brutalmente del poder a los fundamentalistas, triunfantes en las elecciones que siguieron a la 'primavera egipcia'. La pregunta lógica que uno puede hacerse es cuánto tiempo más pueden los militares de países musulmanes (Argelia fue otro ejemplo contundente) frustrar la voluntad de sus pueblos, manifiesta claramente en las urnas cuando se les da ocasión. La historia muestra con claridad que las dictaduras (España es un ejemplo) pueden ser duraderas, pero acaban cayendo. La aparente 'incapacidad' de las naciones árabes para sustentar un sistema democrático verosímil puede ser provisionalmente un factor positivo para reducir la virulencia de la 'guerra eterna', pero su subsistencia no anuncia nada bueno. en la media en que el fundamentalismo y la radicalidad avanzan de modo constante.
Pie de foto: En 1956 Nasser ordenó el hundimiento de barcos en el Canal de Suez para bloquear el tránsito en respuesta a los ataques de Israel, Reino Unido y Francia.
Continuará
No es mi propósito ser exhaustivo en la exposición de las sucesivas batallas (más que guerras, dada su corta duración) que han enfrentado a Israel con sus vecinos a partir de los años 60, pues cabe suponer que el lector las tiene más presentes en su memoria. La tercera, denominada de 'los seis días' (1967), ha quedado en la historia como una demostración apabullante de la eficacia bélica y táctica, así como del superior armamento, del ejército israelí. Adelantándose (o eso se supone) a supuestos planes de ataque árabes, la aviación judía destruye en tierra a la egipcia,. condicionando así, drásticamente, el éxito de sus ataques en otros frentes; derrota y expulsa a los egipcios de la península del Sinaí y ocupa la estratégica posición siria de los Altos del Golán, que hoy en día sigue en sus manos. El resultado de esta 'guerra relámpago' es devastador para los contendientes árabes y la moral de sus tropas y de sus pueblos.
La revancha árabe se hará esperar sólo seis años. En Octubre de 1973 Egipto y Siria, aprovechando la celebración judía del Yom Kippur (que dió nombre a la guerra) atacan por sorpresa a Israel y consiguen cierto éxito inicial, pero tras duros combates las tropas judías logran controlar la situación, si bien, en esta ocasión - y por primera vez - con un elevado número de bajas. La guerra ya no es un paseo para sus tropas y la sociedad israelí empieza a dar signos de fatiga y desánimo. En 1979, tras laboriosas negociaciones y con la mediación del presidente estaounidense Jimmy Carter, Egipto e Israel firman en Camp David un tratado de paz que provoca alivio general en Israel y Occidente y una enorme indignación en el mundio árabe. Dos años después la 'traición' le costará la vida al presidente Sadat, ametrallado por militares ligados a los 'Hermanos musulmanes' durante un desfile. El islamismo radical muestra - por primera vez con contundencia - sus afilados colmillos.
La salida de Egipto del frente anti-Israel subsiste en estos momentos, una vez que el ejército - claramente comprometido con Occidente - ejecutó un golpe de estado que barrió brutalmente del poder a los fundamentalistas, triunfantes en las elecciones que siguieron a la 'primavera egipcia'. La pregunta lógica que uno puede hacerse es cuánto tiempo más pueden los militares de países musulmanes (Argelia fue otro ejemplo contundente) frustrar la voluntad de sus pueblos, manifiesta claramente en las urnas cuando se les da ocasión. La historia muestra con claridad que las dictaduras (España es un ejemplo) pueden ser duraderas, pero acaban cayendo. La aparente 'incapacidad' de las naciones árabes para sustentar un sistema democrático verosímil puede ser provisionalmente un factor positivo para reducir la virulencia de la 'guerra eterna', pero su subsistencia no anuncia nada bueno. en la media en que el fundamentalismo y la radicalidad avanzan de modo constante.
Pie de foto: En 1956 Nasser ordenó el hundimiento de barcos en el Canal de Suez para bloquear el tránsito en respuesta a los ataques de Israel, Reino Unido y Francia.
Continuará
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16 diciembre, 2016
Alepo, una batalla más de la ‘guerra eterna’ (2)
Hay una táctica - aunque quzás sería más justo decir una 'filosofía' - invariable que Occidente aplica sistemáticamente en su confrontación no sólo con el islamismo radical, sino también con los países árabes en general, y se puede resumir en una frase: "cuanto peor, mejor". A través de su implementación resulta evidente que los intereses de los pueblos y de los países declarados ‘enemigos’ no les merecen la más mínima consideración. Se trata de derrotar al enemigo a toda costa, y por encima de cualquier planteamiento razonable acerca de las consecuencias.
La intervención en Libia fue la evidencia más reciente y expresiva de esa 'filosofía': Occidente no sólo destruyó un régimen político, una sociedad o un país, sino también un estado que - por muy singular que nos parezca - tenía la aprobación de su pueblo. Y no podía ser de otra manera, dada su escasa población y su riqueza en combustibles fósiles. Hoy, como consecuencia, existen dos Libias que no osan decir su nombre: en el Este los islamistas radicales (antes ausentes del panorama) han tomado el poder 'de facto' y en el Oeste, aún fragmentado, prevalece la política de EE UU - OTAN. La única perspectiva de futuro factible, que no sea otra guerra aún más cruel, es la partición. ¿Era eso lo que querían Estados Unidos y la OTAN? Poco importa. De lo que se trataba era de acabar con el rebelde e inquietante Gadafi y con su régimen 'no alineado'.
La alusión a una ‘guerra eterna’ en el título de esta serie de artículos está lejos de ser caprichosa. Oriente Medio, en particular, y los países árabes, en general, deben su destino, comúnmente conflictivo y agónico, a una ‘descolonización’ irresponsable, egoísta y cínica, protagonizada por Reino Unido. Los errores, cálculos y ‘caprichos’ de la descolonización ‘a la inglesa’ son paradigmáticamente visibles en la peculiar distribución territorial de la península arábiga, pero alcanzaron el summum en Palestina, con la solución ‘salomónica’ de la fundación del estado de Israel en dicho territorio. Se me dirá, como coartada legal, que la decisión fue tomada por la ONU, pero aquella ONU no incluía aún a los países resultantes de la descolonización acordada durante la Segunda Guerra Mundial, ya en marcha entonces. Sólo 56 países pudieron votar y el previsible resultado fue de 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones. Si se hubiera celebrado sólo ocho años más tarde el resultado habría sido muy diferente.
Cuando, meses después de la votación, en mayo de 1948, las fuerzas británicas abandonan el territorio, tropas egipcias, iraquíes, libanesas, sirias y transjordanas atacan a Israel. Es la primera batalla de la ‘guerra eterna’, y, para sorpresa general y estupor y frustración de los árabes, éstos la pierden, ocasión que aprovecha Israel para exceder ampliamente la extensión de los territorios que la ONU le había asignado. Para los árabes palestinos el resultado es el comienzo de la ‘Nakba’ (catástrofe), que nunca ha dejado de acompañarles, al igual que el odio a los israelíes, algo que, ante la acumulación de ofensas y humillaciones, acabarán compartiendo todos los árabes, radicales islámicos o no.
El final de la ‘guerra eterna’ es difícilmente imaginable, en especial si se considera la complicidad estratégica y podríamos decir que ‘cultural’ entre Occidente e Israel. Oriente Medio es y seguirá siendo un polvorín, listo para estallar en cualquier momento, mientras las cosas no cambien. Y nada hace presagiar que vayan a hacerlo en mucho tiempo.
Pie de foto: soldados israelíes en una posición defensiva de Jerusalén, durante la guerra de 1948,
Continuará
La intervención en Libia fue la evidencia más reciente y expresiva de esa 'filosofía': Occidente no sólo destruyó un régimen político, una sociedad o un país, sino también un estado que - por muy singular que nos parezca - tenía la aprobación de su pueblo. Y no podía ser de otra manera, dada su escasa población y su riqueza en combustibles fósiles. Hoy, como consecuencia, existen dos Libias que no osan decir su nombre: en el Este los islamistas radicales (antes ausentes del panorama) han tomado el poder 'de facto' y en el Oeste, aún fragmentado, prevalece la política de EE UU - OTAN. La única perspectiva de futuro factible, que no sea otra guerra aún más cruel, es la partición. ¿Era eso lo que querían Estados Unidos y la OTAN? Poco importa. De lo que se trataba era de acabar con el rebelde e inquietante Gadafi y con su régimen 'no alineado'.
La alusión a una ‘guerra eterna’ en el título de esta serie de artículos está lejos de ser caprichosa. Oriente Medio, en particular, y los países árabes, en general, deben su destino, comúnmente conflictivo y agónico, a una ‘descolonización’ irresponsable, egoísta y cínica, protagonizada por Reino Unido. Los errores, cálculos y ‘caprichos’ de la descolonización ‘a la inglesa’ son paradigmáticamente visibles en la peculiar distribución territorial de la península arábiga, pero alcanzaron el summum en Palestina, con la solución ‘salomónica’ de la fundación del estado de Israel en dicho territorio. Se me dirá, como coartada legal, que la decisión fue tomada por la ONU, pero aquella ONU no incluía aún a los países resultantes de la descolonización acordada durante la Segunda Guerra Mundial, ya en marcha entonces. Sólo 56 países pudieron votar y el previsible resultado fue de 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones. Si se hubiera celebrado sólo ocho años más tarde el resultado habría sido muy diferente.
Cuando, meses después de la votación, en mayo de 1948, las fuerzas británicas abandonan el territorio, tropas egipcias, iraquíes, libanesas, sirias y transjordanas atacan a Israel. Es la primera batalla de la ‘guerra eterna’, y, para sorpresa general y estupor y frustración de los árabes, éstos la pierden, ocasión que aprovecha Israel para exceder ampliamente la extensión de los territorios que la ONU le había asignado. Para los árabes palestinos el resultado es el comienzo de la ‘Nakba’ (catástrofe), que nunca ha dejado de acompañarles, al igual que el odio a los israelíes, algo que, ante la acumulación de ofensas y humillaciones, acabarán compartiendo todos los árabes, radicales islámicos o no.
El final de la ‘guerra eterna’ es difícilmente imaginable, en especial si se considera la complicidad estratégica y podríamos decir que ‘cultural’ entre Occidente e Israel. Oriente Medio es y seguirá siendo un polvorín, listo para estallar en cualquier momento, mientras las cosas no cambien. Y nada hace presagiar que vayan a hacerlo en mucho tiempo.
Pie de foto: soldados israelíes en una posición defensiva de Jerusalén, durante la guerra de 1948,
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15 diciembre, 2016
Alepo, una batalla más de la 'guerra eterna' (1)
"La verdad es la primera víctima de la guerra", escribió el dramaturgo y soldado griego Esquilo, nacido el año 525 (antes de Cristo). Nada ha alterado esa 'ley' hasta la fecha. Por el contrario, su criminal validez se renueva año tras año en estos convulsos tiempos, en los que la 'propaganda' es un arma de combate tan habitual como poderosa e insidiosa. Lo que viene ocurriendo en Siria desde hace seis años es la prueba más reciente y sofisticada del imperio universal de la mentira.
Cuando estalla la denominada 'Primavera àrabe' - contestación 'popular' finalmente fallida en todos los países en los que se produjo - Occidente (entiéndase EE UU y la OTAN), creyó llegado el momento de favorecer decisivamente los intereses estratégicos de Israel. Primero fue preciso neutralizar como posible contendiente a Irán, para lo que se gestó un acuerdo - hasta entonces inconcebible - por parte de Estados Unidos sobre el desarrollo de la industria nuclear iraní .
Para entonces la oposición siria, escasamente representativa y no muy resuelta, había sido armada convenientemente y se había decidido - con notoria irresponsabilidad - hacer la vista gorda ante los avances territoriales del EI. Todo había venido desarrollándose bajo un sorprendente 'apagón informativo' hasta que Obama anuncia su propósito de intervenir y Rusia exige que toda acción se limite a destruir el poder adquirido por el EI hasta expulsarlo del territorio sirio. A partir de ahí se pasa directamente a la sistemática intoxicación informativa.
Así se llega a la batalla de Alepo, primera victoria significativa de las tropas sirias en la larga y cruenta confrontación, que hoy mismo 'Le Monde' describe como paradigma de desinformación e intoxicación, instrumentada por todos los contendientes y partidarios sin excepción alguna. La consecuencia es que nada de lo que se cuenta acerca del desarrollo de esta batalla - y en general de la guerra - merece un crédito total. La verdad ha perecido desde el primer momento en esta insólita guerra multifrente. Sin embargo, la filtración de Wikileaks que difundió el email imprudentemente enviado por Hillary Clinton desde su servidor personal no deja lugar a dudas acerca de las motivaciones que han sido el motor de la carnicería.
Las primeras líneas del texto completo del mensaje que se reproduce lo expresan con toda claridad: "El mejor modo de ayudar a Israel a afrontar el crecimiento de la capacidad nuclear iraní es ayudar al pueblo de Siria a derrocar el régimen de Bashar Assad". Más claro, imposible
Continuará
Cuando estalla la denominada 'Primavera àrabe' - contestación 'popular' finalmente fallida en todos los países en los que se produjo - Occidente (entiéndase EE UU y la OTAN), creyó llegado el momento de favorecer decisivamente los intereses estratégicos de Israel. Primero fue preciso neutralizar como posible contendiente a Irán, para lo que se gestó un acuerdo - hasta entonces inconcebible - por parte de Estados Unidos sobre el desarrollo de la industria nuclear iraní .
Para entonces la oposición siria, escasamente representativa y no muy resuelta, había sido armada convenientemente y se había decidido - con notoria irresponsabilidad - hacer la vista gorda ante los avances territoriales del EI. Todo había venido desarrollándose bajo un sorprendente 'apagón informativo' hasta que Obama anuncia su propósito de intervenir y Rusia exige que toda acción se limite a destruir el poder adquirido por el EI hasta expulsarlo del territorio sirio. A partir de ahí se pasa directamente a la sistemática intoxicación informativa.
Así se llega a la batalla de Alepo, primera victoria significativa de las tropas sirias en la larga y cruenta confrontación, que hoy mismo 'Le Monde' describe como paradigma de desinformación e intoxicación, instrumentada por todos los contendientes y partidarios sin excepción alguna. La consecuencia es que nada de lo que se cuenta acerca del desarrollo de esta batalla - y en general de la guerra - merece un crédito total. La verdad ha perecido desde el primer momento en esta insólita guerra multifrente. Sin embargo, la filtración de Wikileaks que difundió el email imprudentemente enviado por Hillary Clinton desde su servidor personal no deja lugar a dudas acerca de las motivaciones que han sido el motor de la carnicería.
Las primeras líneas del texto completo del mensaje que se reproduce lo expresan con toda claridad: "El mejor modo de ayudar a Israel a afrontar el crecimiento de la capacidad nuclear iraní es ayudar al pueblo de Siria a derrocar el régimen de Bashar Assad". Más claro, imposible
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