26 agosto, 2013

El 'fracking' (además) es un fiasco económico



Mientras en Reino Unido estallan las protestas contra las prospecciones mediante la técnica de ‘fracking’ (fracturación hidráulica) aprobadas por el Gobierno Cameron, en Estados Unidos –donde la contestación no ha sido nunca relevante- el acento recae sobre la dudosa rentabilidad económica de este tipo de explotaciones, vistas hasta no hace mucho con el mismo entusiasmo que en su día desató la ‘fiebre del oro’.

A propósito del gas y del petróleo de esquisto procedentes del ‘fracking’ en EE UU ha empezado ya hablarse del ‘cuento de la lechera’ y la palabra fatal –burbuja- es escrita sin que a quienes lo hacen les tiemble la mano. Numerosos indicios han comenzado a apuntar en los tiempos más recientes que las compañías explotadoras se equivocaban mucho en sus previsiones halagüeñas, tal vez a causa de su propia ansiedad por obtener la mayor financiación posible.

Las enormes extensiones de territorio de EE UU que se consideraban explotables contienen, efectivamente, una importante cantidad de combustibles gaseosos y líquidos, pero los técnicos ignoraron o los empresarios ocultaron un hecho crucial: el combustible no está regularmente repartido ni tiene la misma pureza según de qué lugar se trate. Sólo en un número limitado de núcleos dentro de las grandes áreas preseleccionadas por las compañías extractoras la explotación es realmente rentable, en consecuencia.

Esa es la realidad decepcionante que se han encontrado las grandes compañías petroleras, incorporadas tardíamente a la extracción, seducidas
finalmente por la leyenda de Eldorado tejida por la industria nacional especializada en ‘fracking’. La anglo-holandesa Royal Dutch Shell, por ejemplo, ha visto reducidos los ingresos previstos en más de 2.000 millones de dólares y, como consecuencia, sus beneficios generales se han reducido en un 60 por 100 respecto al anterior ejercicio.

Apostar por el gas o el petróleo de esquisto implica adoptar una posición de riesgo. Mientras en una prospección convencional se puede cubicar el yacimiento y ubicar las bolsas con relativa facilidad y exactitud, mediante el ‘fracking’ sólo se sabe lo que hay y su calidad tras extraerlo y analizarlo, y las alegrías –cuando se producen– son siempre provisionales. Esa es la consecuencia inevitable del hecho de que el combustible está contenido por rocas metamórficas formadas en capas a partir de arcillas y las vetas rentables, explotadas en horizontal, son en cierta medida imprevisibles.

Tras evaluar las conclusiones de un estudio realizado por la consultora Advanced Ressources Intenational (ARI), que estima que los recursos mundiales de gas y petróleo de esquisto elevan en un 11 por 100 las reservas de combustibles fósiles, la estadounidense
Energy Information Administration (EIA) no pudo resistirse a expresar su escepticismo. “Esas estimaciones son altamente dudosas y seguirán siéndolo hasta que sean extensamente contrastadas con pozos productivos”, dijo la EIA, pese a ser quien había encargado el estudio. El hecho de que la ARI tenga como presidente a un miembro del consejo de administración de Southwestern Energy, fuertemente involucrada en el ‘fracking’ en Arkansas, no avala la credibilidad de su estudio precisamente.

Otro informe realizado en Estados Unidos da cuenta de que el 80 por 100 de la producción de gas de esquisto procede de sólo cinco pozos y que, a nivel nacional, está estancada desde 2011. Si a eso añadimos que, según dicho estudio, serán necesarios 42.000 millones de dólares anuales de inversión para la explotación de más de 7.000 pozos y que los beneficios del total de la industria del ‘fracking’ se limitaron en 2012 a 32.500 millones, huelgan mayores comentarios. Quienes se muestran escépticos ante el futuro del gas y el aceite obtenidos mediante fractura hidráulica valoran una previsión que establece un plazo de cinco años para el colapso de esa industria en EE UU por falta de rentabilidad.

Si a los ya conocidos riesgos medioambientales y geológicos (seísmos) que comporta el ‘fracking’ se añade su discutible viabilidad y rentabilidad económica sólo cabe concluir que sería una estupidez y una imprudencia imperdonables que la UE en general y España en particular se trague el anzuelo tóxico que se le ofrece desde el otro lado del Atlántico. La industria del ‘fracking’ estadounidense tiene un interés nada filantrópico en que Europa y el resto del mundo se sumen a la explotación de ese ‘espejismo’ inquietante. La venta de la tecnología, el instrumental, la fórmula y la asistencia técnica les reportarían los sustanciosos beneficios que sus magros balances piden ya a gritos.
A otro perro con ese hueso.
(Este análisis se basa fundamentalmente en datos publicados en diversas informaciones del 'Financial Times')
 
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28 - 1 - 2013: Luz de gas